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Analistas 04/09/2017

El legado tóxico de la administración de Trump

Han fracasado los intentos de terminar con la Ley de Cuidado de Salud Asequible, al menos por ahora. La “reforma” tributaria —la cual solo son grandes recortes tributarios para los ricos— enfrenta un futuro incierto. De hecho, este futuro podría ser aún más incierto gracias a Louise Linton, la esposa del Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin: su infame exabrupto en Instagram podría abrir los ojos de al menos algunos votantes hacia el desprecio que el círculo íntimo del “populista” Donald Trump realmente siente por las personas normales.

Hay muchos observadores que se están cuestionando si Trump podrá reiniciar su agenda estancada. Sin embargo, resultaría ser un mal cuestionamiento, por algunas causas.

Primero, la verdad es que Trump no tiene una agenda más allá de “ganar”. Tiene instintos y prejuicios, pero no le interesan los detalles de la política, ni siquiera los detalles más amplios. Por ejemplo, es evidente que nunca había tenido idea de qué incluía el plan de asistencia de salud de su propio partido. Y definitivamente no ha mostrado ningún interés en convertir su retórica populista en algo concreto.

Como resultado, cualquiera que sea el conflicto personal que pudiera tener Trump con la dirigencia republicana, esta última —los mismos grupos de interés e ideólogos que han guiado las posturas del Partido Republicano durante décadas— comanda la agenda política de su administración.

Lo cual me lleva al punto número dos: aunque la agenda legislativa realmente no parece estar detenida, una gran parte de lo que quieren esos grupos de interés no requiere legislación, y está lejos de estar estancado. En especial, esto es verdad para la política ambiental, donde pueden tener un impacto enorme las decisiones sobre la manera en que se deben interpretar y ejecutar las leyes que ya están en los libros.

Por lo tanto, el verdadero legado de Trump podría definirse no por las leyes que apruebe o, lo más probable, que no apruebe, sino por su decisión de poner a Scott Pruitt a cargo de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés).

Como procurador general de Oklahoma, Pruitt actúo de forma eficaz como servidor, no del público, sino de las industrias contaminadoras. No se trata solo de una acusación: lo confirma su propio rastro de correos electrónicos.

Ahora bien, en un momento en que pareciera que la falta de liderazgo y de personal clave tiene paralizada a gran parte de la administración de Trump, Pruitt está trabajando a todo vapor, pero no para hacer que la agencia sea más eficaz. Al contrario, está involucrado en un sabotaje desde lo más alto, y se está moviendo rápidamente para debilitar la misión de su propia agencia: no solo los esfuerzos de estar en contra del cambio climático, sino su papel en la protección del medio ambiente en todo el mundo.

Trump no devolverá la grandeza a Estados Unidos, pero Pruitt, quien claramente tiene todo el apoyo del presidente, puede hacer mucho por devolverle la contaminación.

Esta es una agenda impopular, o así lo sería si la gente la conociera.

La mejoría en la calidad del aire y el agua desde que se fundó la EPA en 1970 es una de las grandes historias de éxito dentro de la política en Estados Unidos. También es muy ignorada.

Cuando Donald Trump era joven, el aire de Nueva York estaba sucio y el esmog asesino a veces mataba a cientos; mientras tanto, el mismísimo gobernador de Nueva York describió el río Hudson como “una gran poza séptica”. Es probable que Trump no lo recuerde o no tenga en cuenta que esa regulación hizo la diferencia, pero sucede lo mismo con muchos votantes.

Es verdad, esto podría cambiar pronto si la gente se percatara de que están en riesgo el aire y el agua relativamente limpios que subestima. Piensen en el apoyo que tuvo la Ley de Ciudado de Salud Asequible una vez que la gente se dio cuenta de que la cobertura de millones de personas podía perderse. Podría haber una indignación similar, pero incluso mayor en apoyo a la protección del medio ambiente si, digamos, los republicanos intentaran revocar la Ley de Agua Limpia.

Sin embargo, como dije, Pruitt puede causar mucho daño sin cambiar la ley. Por ejemplo, puede revertir la prohibición a los pesticidas, los cuales pueden afectar el sistema nervioso de los niños, según los científicos de la EPA. O se puede movilizar para eliminar una regla que limitaría la contaminación de metales pesados provenientes de las aguas residuales de centrales eléctricas.

Además, Pruitt puede debilitar la ejecución de las reglas que no anule, solo basta trabajar con Trump para drenar el personal y el financiamiento de su propia agencia. El presupuesto que Trump divulgó en mayo realmente no será una ley, pero fue una señal de sus prioridades y requería un recorte de 31 por ciento del financiamiento de la EPA, el mayor de todas las agencias.

Individualmente, es probable que ninguna de estas acciones se trate en las primeras planas de los periódicos, en especial por todo lo demás que está pasando. Acumulativamente, sin embargo, matarán o lastimarán a una gran cantidad de estadounidenses, porque es lo que hace la contaminación, aun si el daño es gradual y en ocasiones invisible.

Por cierto, si se están preguntando si la agenda antiambiental por lo menos creará trabajos, la respuesta es no. En particular, los trabajos en la industria del carbón no regresarán, sin importar el margen que le demos a las corporaciones para detonar las cimas de las montañas y desechar toxinas en los canales. Sin embargo, esta agenda valdrá miles de millones de dólares para ciertos donadores de campaña.

Así que no digan que la agenda de la administración está estancada. Algunas partes lo están, pero otras se están moviendo en curso. Cuando se trata de política ambiental, Trump definitivamente cambiará Estados Unidos… y su legado será literalmente tóxico.

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