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“La universidad no es algo estático, sino dinámico, lo cual supone una exigencia de actualización constante, tanto en los conocimientos a aplicar como en las herramientas y técnicas en las que ponerlas de manifiesto. Las universidades del siglo XXI tienen ante sí una serie de desafíos claves: la internacionalización, la digitalización, el impacto en el territorio, y cómo no, la calidad.
La cultura de la evaluación forma parte hoy de la vida cotidiana de las universidades para certificar que éstas cumplen con los cometidos para los cuales han sido creadas” (cfr. Manuel Herrera). Esta afirmación la pude constatar en el desarrollo del Seminario Internacional sobre la Calidad y Acreditación que se llevó a cabo en la ciudad de Cartagena en días pasados, con la participación de un grupo importante de académicos iberoamericanos y las diferentes agencias evaluadoras de los países latinoamericanos, patrocinado por la Institución de Educación Superior Unir, para continuar debatiendo y reflexionando en la importancia que tiene este atributo de la calidad precisamente porque cada día se exige a las IES un mayor impacto en los aprendizajes, competencias y habilidades de los estudiantes para que sean capaces de responder a los desafíos y retos de esta sociedad que les requiere como agentes críticos de cambio y desarrollo integral sostenible.
La evaluación de la calidad en las IES no es un objetivo en sí mismo; más bien, es un instrumento a través del cual se garantiza que la propuesta de valor educativo que se ofrece a los ciudadanos es pertinente con las necesidades de aprendizaje requeridos para un mundo laboral y social. En la actualidad, los procesos de evaluación de la calidad se tornan cada vez más importantes fundamentalmente por el impacto de los aprendizajes reales que una sociedad requiere para avanzar en su desarrollo.
La evaluación evita que se ofrezca educación de mala calidad, fraudulenta y deviene como un mecanismo de apoyo para mejorar la educación superior de un país. Por ello, los procesos de evaluación están generando un auténtico giro de 360 grados a la hora de supervisar y avalar las propuestas curriculares de los programas académicos, el nivel de los profesores, la calidad de la investigación y las posibilidades de internacionalización, además de los grandes cambios impulsados por las nuevas tecnologías en el ámbito de la educación superior.
Con nuevos horizontes a la vista y grandes objetivos por delante debemos responder muchas preguntas como estas: ¿Cómo se garantiza hoy la calidad de un título universitario? ¿Cómo se mide esa calidad y los niveles de excelencia de los programas académicos impartidos por las IES? ¿Qué procesos deben implementar o mejorar las agencias evaluadoras de la calidad para obtener mayor legitimidad y rigor en sus controles? ¿Qué sistemas internos de verificación y control de la calidad deben seguir las propias IES?
Todas estas preguntas y otras que pudimos encontrarle respuestas a través de la escucha mutua y el encuentro de varias asociaciones del sector educativo colombiano allí en este Seminario Internacional nos confirmaron que la evaluación de calidad de las IES se torna en un objetivo amplio por todo lo que se aspira que ella alcance. La verdadera evaluación de una IES reside en su capacidad para lograr el mayor desarrollo posible de sus actores.
Esta concepción de la evaluación centra su atención en el ser humano y propone que el sistema educativo superior cumpla con criterios y estándares, convirtiéndose en un medio para que las personas desarrollen sus potencialidades, donde las políticas educativas tengan como meta el logro de una mayor cobertura social con calidad, igualdad y equidad.