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El Banco de la República (Banrep) no enfrenta un camino sencillo en materia de tasas de interés. El ciclo de incrementos iniciado en 2022 respondió a un fuerte repunte inflacionario y siguió la tendencia adoptada por varias economías latinoamericanas. La autoridad monetaria elevó su tasa de política buscando que la inflación regresara al rango meta -entre 2% y 4%- dentro del horizonte típico de 24 meses. Sin embargo, aunque la inflación descendió desde sus máximos, el ajuste ha sido insuficiente: Colombia completa ya cinco años por fuera del rango meta, y todo apunta a que será difícil volver a él incluso en 2026.
El dilema central es que la tasa de intervención se ubica en 9.25%, lo que implica una tasa real elevada. Este nivel restringe el crecimiento del crédito de consumo y corporativo, y en un entorno de inflación persistente y tasas altas, reduce el universo de proyectos con tasas internas de retorno financieramente viables. Si bien la misión del Banrep combina la estabilidad del poder adquisitivo con el apoyo al crecimiento económico, los codirectores han reiterado que, aunque les gustaría iniciar recortes, una inflación que se aferra por encima del 5% y unas expectativas en ascenso se lo impiden.
El mercado de futuros de tasas de política hoy descuenta un incremento hasta 10.50% en un horizonte de un año. Aunque se suele decir que “el mercado siempre tiene la razón”, es difícil pensar que el Banrep considere subidas durante el primer semestre de 2026, en medio del ciclo electoral y dadas las posiciones de sus siete miembros. Lo que sí parece claro es que ajustes del salario mínimo muy por encima de la inflación, sumados a un cierre inflacionario cercano al 5.4% -ligeramente superior al de 2024-, presionarán hacia arriba precios indexados como arriendos, matrículas educativas y servicios públicos. Así, el descenso inflacionario dependerá en buena medida del comportamiento de los alimentos y de la inflación transable.
En este contexto, la única fuerza a la baja relevante en 2026 podría venir de la apreciación del tipo de cambio, que acumula cerca de 15% en el año. A esto se suma que los recortes de tasas por parte de la Reserva Federal en los Estados Unidos han fortalecido el atractivo relativo de las tasas altas en países como Colombia y Brasil, lo que ha reactivado el interés de portafolio por monedas emergentes, incluida la colombiana.
Con este panorama, la labor del Banco de la República se vuelve especialmente compleja. Una postura prudente sería ejecutar incrementos de 25 pb en diciembre y enero, llevando la tasa al 9.75%, para luego mantenerla estable durante el primer semestre. No es el escenario deseable, pero sí el necesario para anclar expectativas y evitar un desbordamiento respecto al rango meta.
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