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Analistas 14/04/2021

Para Bellum

Hace algunos meses durante una de las frecuentes trifulcas fronterizas con Venezuela uno de los esbirros del régimen madurista, el señor Pedro Carreño, amenazó con mandarnos los Sukhoi. En 11 segundos estarán en Bogotá, dijo, y “tenemos las coordenadas del Palacio de “narquiño” (sic), tenemos las coordenadas del barrio El Nogal, donde vive la oligarquía, tenemos las coordenadas del embalse de El Quimbo, de Hidrosogamoso, de la refinería de Barrancabermeja, que es la más grande de Colombia. ¿O es que los colombianos creen que nosotros somos pendejos y nos vamos a dejar invadir?”.

Es fácil descartar esta retahíla como las divagaciones de un lavaperros mafioso. Los aviones, le corrigió un reportero de la Alcaldía de Bogotá, no llegarían a la ciudad en 11 segundos sino en 18 minutos. Vaya consuelo. También es fácil descartar la hipótesis de una confrontación estratégica entre Colombia y Venezuela, dos países que, para bien o para mal, son casi siameses. Sería, sin duda, una tragedia de dimensiones apocalípticas para nuestro país y repercutiría por generaciones.

Sin embargo, la geopolítica es mas que buenas intenciones. La satrapía venezolana pretende presidir lo que, en efecto, es un estado fallido. Su inestabilidad es estructural. Por mucho que se despliegue un esfuerzo diplomático -y se debe intentar- sería irresponsable para cualquier gobierno colombiano asumir que puede tener un interlocutor confiable al otro lado de la mesa. La guerra fría entre Colombia y Venezuela, para quienes lo han olvidado, ya cumple décadas, interrumpida por episodios esporádicos de rapprochement.

No se trata de emprender una carrera armamentista, pero Colombia debe estar preparada para afrontar la amenaza de un gobierno venezolano en permanente ataque de nervios. El balance militar no nos es favorable. Los 22 aviones Sukhoi SU-30 le dan al chavismo una capacidad ofensiva que no podemos contener. En horas la aviación venezolana destruiría buena parte de la infraestructura que hemos construido en cincuenta años. En eso tiene toda la razón el señor Carreño.

La compra de una flota de aviones de combate por parte de Colombia, con otros equipos de defensa antiaérea, es un imperativo nacional. Estas adquisiciones nunca son oportunas y nunca son baratas. Como cualquier seguro, se compra cuando se necesita y vale menos que el daño. El proyecto de adquisición de los aviones de combate viene desde 2012 -no es un capricho de este gobierno- y hay tres participantes serios en consideración, el F-16, el Saab Gripen y el Eurofighter Typhoon. La decisión se debe fundamentar, principalmente, en la capacidad de los aviones de contrarrestar las muy sofisticadas aeronaves rusas, luego en la confiabilidad de suministro de tecnología, entrenamiento y piezas. La financiación de esta compra, en cierto sentido, es lo de menos. Estos son negocios gobierno a gobierno con pago a 25 años.

“Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz prepárate para la guerra, decían los romanos. Una sabia máxima que dos mil años después sigue siendo el mejor de los consejos.

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