.
Analistas 08/02/2023

La calle y las encuestas

La República Más

Como lo hacía Evita hablándoles a los descamisados, o Fidel dando discursos maratónicos en la plaza de la Revolución o Chávez, presentando deshilvanadas peroratas en las calles de Caracas, el próximo 14 de febrero el gobierno sacará la gente a la calle para “meterle pueblo a las reformas”, según lo ha explicado el presidente Petro en su cuenta de Twitter.

No sabe uno si esta estrategia es un signo de fortaleza o de debilidad. La plaza pública no parece el lugar más adecuado para discutir los alcances técnicos del régimen de pilares pensionales o el monto óptimo de la unidad de pago por capitación. Sobre todo, cuando se tiene una mayoría en el congreso, que es el lugar en donde se aprobarán las iniciativas.

Quizás, en algún momento, llenar la plaza de Bolívar fue importante. Como cuando López Pumarejo convocaba a los liberales a apoyar su reforma agraria o Gaitán hizo su marcha del silencio. En ese entonces la ciudad tenía trescientos mil habitantes y los cincuenta mil que cabían en la plaza podían ser una cuarta parte de la población adulta. Hoy en día, con ocho millones de almas viviendo en la capital, el petrismo tendría que movilizar a tres millones para tener un impacto equivalente.

Esto no ocurrirá. El “pueblo” que aparecerá convidado por los corifeos gubernamentales será tan autentico como una moneda de cuero: sindicatos sin representación y beneficiarios presentes y futuros de las crecientes nóminas oficiales. Entre ellos, por supuesto, los buenos muchachos de la Primera Línea convenientemente indultados.

Haría bien el gobierno en no trabarse con su propia mercancía. Así como nadie se tomó muy en serio los llamados “diálogos regionales vinculantes” para elaborar el Plan de Desarrollo -que resultaron menos asistidos que una asamblea de copropietarios- tampoco se tomarán en serio los cuatro o más gatos que el gobierno movilice para que sirvan de escenografía a los discursos presidenciales.

En vez de jugar a Perón, la Casa de Nariño debería darse cuenta de que su capital político lo está derrochando a cántaros. La luna de miel se les acabó. Transcurridos solo seis meses de mandato 55% de los colombianos considera que el país va por mal camino y solo 39% aprueba la gestión presidencial. Esto lo dicen las encuestas que miden científicamente la opinión de los cincuenta millones de compatriotas. Esas mismas que las bodegas petristas promueven cuando les son favorables y denigran cuando no lo son.

No es momento para ferrocarrilear unas reformas inconsultas e improvisadas (dos viceministras -minas y trabajo- han renunciado denunciado el caos imperante). Especialmente cuando se trata de acabar con exitosos programas sociales por caprichos ideológicos o parar obras, como la del metro de Bogotá -con casi 20% de ejecución-, por las mismas razones insultas.

El proceso de cambio en una democracia constitucional es incremental. Debe ser concertado y está sujeto a las reglas del estado de derecho. Por mucho “pueblo” que el gobierno diga sacar a la calle nunca estará por encima de los incomodos, pero necesarios, procedimientos parlamentarios.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA