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Terminó la vigésima octava Asamblea General (AG80) de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Como cada año, en septiembre, quedan los mensajes, señalamientos y enfrentamientos políticos que allí se develan para ser discutidos desde diferentes perspectivas.
Hay quienes creen, por ejemplo, que el Presidente colombiano es un líder destacado, porque se situó en el escenario multilateral a endilgar responsabilidades y a culpar de todos los problemas globales a otros, mientras él expresa situarse del lado de los pocos que trabajan para salvar al mundo del caos.
Otros, contrario a ello, señalan a Gustavo Petro como un individuo errático, desfasado, incoherente y alejado de la realidad, tanto doméstica como global. Al final, pues ni lo uno ni lo otro. No tanto de extremos como sí de una combinación de elementos que hoy han puesto al mandatario a despedirse de la relación política con Washington.
Lo primero que bien vale la pena analizar es el objeto de la visita a la sede de la ONU para pronunciar un discurso a nombre del Estado colombiano. Es bien sabido que asistir a dicho evento conlleva, al menos, una tríada de objetivos que no se debe perder de vista. En primer lugar, el mensaje que allí se ofrece debe partir por exponer la realidad nacional, junto con sus prioridades, necesidades y logros, para que el mundo se entere de lo que pasa en y con Colombia.
En segundo término, y por la naturaleza del ejercicio multilateral, el mensaje debe enfocarse en los elementos que permiten asimilar el rol de compromiso y cumplimiento frente los regímenes internacionales que dan vida al multilateralismo por parte del Estado colombiano y finalmente, entonces sí, tratar de elaborar y proyectar una narrativa estratégica sobre el papel de Colombia en la sociedad internacional. Es decir, no enfocarse en el papel de un gobernante, como lo hacen Trump, Petro, Netanyahu o Putin (entre muchos otros), sino en el rol que ocupa la unidad política que representan.
En septiembre, el atril de la Organización permite no solo exponer preocupaciones internas que demandan cooperación global, como el cambio climático, la seguridad, el desarrollo sostenible o las migraciones, sino también incidir en la definición de la agenda internacional mediante propuestas o llamados de acción concretos.
Al mismo tiempo, la intervención en la Asamblea General cumple una función simbólica y política, pues otorga legitimidad a las posturas del gobierno, envía mensajes tanto a los aliados como a la opinión pública interna y externa, y refuerza la identidad del Estado como actor global.
El análisis general de las diversas posiciones expresadas en la AG80 pone de relieve la irreversible necesidad de transformar el andamiaje multilateral. Aunque las demandas en torno a ello no son nuevas, cada vez se agudiza más dicho llamado.
Para Colombia, pero más aún, para Gustavo Petro, la pasada fue una semana en la que, a pesar de las verdades que expresó en la reunión global, se mantiene enfrascado en sus propias posiciones ideológicas que arrastran al Estado colombiano a una suerte de contradicción frente a sus principios constitucionales. El mandatario injerencista se volvió a equivocar entrometiéndose en los asuntos de otros gobiernos mientras instaba a los soldados estadounidenses a desobedecer.
A partir de ahora (descertificado y sin visa) se aleja por completo de Washington, mancillando una relación bilateral de la máxima importancia para Colombia y ratificando que más le importa su ego que la nación que intenta gobernar.
Lo bueno de este panorama es que los gritos de Petro en su cuenta de X -o en sus desatinados discursos- ya no los escucha nadie. Su voz empieza a desaparecer
Si la fuerza laboral se reduce, la tasa cae aunque el país no esté generando trabajos nuevos o decentes. Eso es lo que vivimos. La Tasa Global de Participación descendió hasta 63.9% en octubre
“Aquellas empresas que se relajen al mundo menguante de los bienes y servicios quedarán irrelevantes. Para evitar este destino, debes aprender a montar una experiencia rica y cautivadora”. B. Joseph Pine II