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Analistas 03/05/2022

El restablecimiento como seres morales

Luis Felipe Gómez Restrepo
Profesor Universidad Javeriana Cali

La verdad termina imponiéndose. Esta semana las audiencias que la Justicia Especial para la Paz, JEP, viene realizando en el macro caso número 3: “Asesinatos y desapariciones forzadas presentados como bajas en combate por agentes del Estado”, han mostrado una contundencia demoledora. Tienen un incalculable valor simbólico, pues no solamente son los reconocimientos frente a las víctimas con la verdad, sino la manera como se ha narrado y aceptado la responsabilidad.

Este tipo de reconocimientos, aunque dolorosos, nos ayudan a tomar consciencia como país de dos grandes cosas: de un lado, de las atrocidades y la forma sistemática como se venían presentado en nuestra querida Colombia y a la vista de todos. Y de otro lado, lo que más me ha llamado la atención, es la manera como los victimarios en un profundo respeto por las víctimas y el país, contaron tal cual la manera como operaban. Hablaron de manera directa y clara. Sin dar vueltas ni utilizar eufemismos. Y lo que es más importante, aceptaron la responsabilidad sintiéndose avergonzados por haber actuado como lo hicieron.

Frente a las atrocidades, hay que decir: ¡Nunca más! Y como sociedad debemos trabajar por la cultura de respeto de la vida y la dignidad humana. Los falsos positivos además de violar el derecho a la vida, también son una afrenta al Estado, por tratarse de sus propios agentes, quienes deben defender los derechos de los ciudadanos, y que actuaron como criminales. El daño propinado a las fuerzas militares y a las instituciones es muy grave.

El comportamiento de algunos miembros de las fuerzas militares, que hay que resaltar como un aporte importante a la construcción de la verdad y a la reparación de las víctimas, sí que hace mucha diferencia con la actitud de unos exguerrilleros ante la misma JEP, que no han aceptado de manera directa, clara y contundente la responsabilidad de muchas de sus acciones.

Igualmente, también contrasta con la actitud de otros miembros de las fuerzas militares que no han contado la verdad. Todos éstos, han quedado en deuda con el sistema especial de justicia. Por ejemplo, en casos de reclutamiento de menores por parte de la guerrilla, los abortos obligados, o abusos sexuales en sus campamentos, que no han sido ni aceptados, ni frente a los cuales hay expresión de contrición ni de enmienda.

Hay que dejar constancia de la altura moral que han tomado quienes se equivocaron rotundamente al ejecutar los falsos positivos, pero que hoy se restablecen como seres morales y aceptan sus responsabilidades y cuentan la verdad. Este es el camino que requiere nuestro país. No más miedo a la verdad, no más insensibilidad por parte de los violentos. La única forma en que como sociedad podremos recuperarnos de esta pesadilla de la violencia y la violación de los derechos humanos y de la vida en particular, es que nos digamos la verdad y que todos aquellos que fueron los responsables directos o indirectos, acepten y reconozcan su responsabilidad. Así le rendiremos homenaje a las víctimas directas y sus familias. El camino es, pues, el restablecimiento moral de los actores sociales.

Podemos concluir con una reflexión apoyados en John Paul Lederach, profesor norteamericano, quien nos dice que, para poder tejer el porvenir, debemos ejercitar una capacidad que quizás todas y todos tenemos, pero no usamos a menudo: la imaginación moral. Esa capacidad de imaginar el mundo de manera ética y sensible, con una mirada y una voluntad que nos implica a todas y todos; incluso a aquellas personas que consideramos contradictoras o enemigas. Y esta fue la actitud que asumieron estos días algunos miembros de las fuerzas militares ante la JEP. Una actitud moral. Una actitud que hay que aplaudir.

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