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Jorge Cárdenas Gutiérrez, cuyo óbito aconteció el pasado 13 de abril, fue un auténtico prohombre nacional, arquitecto de una nueva institucionalidad en Colombia y del posicionamiento internacional del café colombiano. Fue un líder visionario, capaz de pensar y construir país en el largo plazo, en tiempos donde lo urgente solía sepultar lo importante. Durante casi cuatro décadas en la Federación Nacional de Cafeteros, defendió con tenacidad al pequeño productor, fomentando su asociatividad en cooperativas, fortaleciendo los fondos de estabilización de precios, las carreteras terciarias, la infraestructura educativa y sanitaria en zonas rurales y un modelo de desarrollo agrícola sostenible que buscaba cerrar las brechas históricas entre el campo y la ciudad. También apoyó decididamente la inversión en ciencia y tecnología para crear nuevos mercados y apoyó estrategias de diversificación de ingresos en proyectos como el Parque Nacional de Café. Su capacidad para interpretar los tiempos, adaptarse y crear mercados, y construir una institucionalidad sólida, convirtió a la Federación en una de las organizaciones gremiales más respetadas del planeta.
Tras estudiar el libro de Gloria E. Valencia “Jorge Cárdenas Gutiérrez. Memoria de un liderazgo conciliador” de 2022, de analizar la entrevista que le hizo ese mismo año Andrea Lluch para el proyecto Creating Emerging Markets de la Harvard Business School y de revisar el libro de la Federación de 2007 “Jorge Cárdenas Gutiérrez y la política cafetera colombiana 1963 - 2002”, me convencí de que si Alejandro López Restrepo era nuestra figura emblemática de la administración en la primera mitad del siglo XX, don Jorge, sin duda, lo era para la segunda. Gracias a Jorge Hernán, su segundo hijo, pude conocerlo y complementar una concepción de su propuesta gerencial.
El estilo gerencial de don Jorge se fundamentó en disciplina, orden y estabilidad (solo tuvo tres secretarias en casi 40 años en la Federación). La esencia de su trabajo era aterrizar las ideas propias y de terceros en un trabajo en equipo fundado en unidad, solidaridad y afecto, estimulado por su capacidad para vincular talentos y saber delegar. Supo construir alianzas con gobiernos liberales y conservadores sin perder la autonomía gremial, y lideró con diplomacia e inteligencia en escenarios nacionales e internacionales, siendo un gran conciliador. Tenía un estilo que combinaba la firmeza con la elegancia en las negociaciones, que contaba, además, con la diplomacia de doña Cecilia Santamaría, su esposa. Ejerció una gerencia sin estridencias, de puertas abiertas y muy eficaz gracias al diálogo constante con múltiples grupos de interés. La esencia, me indicaba, “está en la decencia, en negociar con tacto y prudencia, en manejar las críticas, en no dejarse provocar ni cazar peleas”. Y para ello, me insistió, es vital actuar con ética, “siempre con ética, para no tener rabo de paja”.
Puedo situar a Cárdenas como el gerente más representativo de la historia de Colombia del siglo XX no solo por los logros medibles en cifras, sino porque en una Colombia azotada por el conflicto, él creyó -y lo demostró- que el desarrollo económico debía ir de la mano con el progreso social, desde el campo a la industrialización y el comercio internacional con innovación, y que la ética es el cimiento de toda institución duradera. Su legado va mucho más allá del grano aromático y se extiende a organizaciones que apoyó con decisión, entre ellas, el Departamento Nacional de Planeación, el Icetex, el Planetario de Bogotá, la Federación Nacional de Biocombustibles, la Asociación de Emprendedores de la Orinoquía, la Universidad de los Andes y entidades benéficas como la Fundación de los Niños Nuevo Futuro, Fundación Juan Pablo II y la Fundación Compartir, entre otras.
Hoy, cuando el país busca referentes y nuestros estudiantes precisan de figuras que inspiren y den lecciones de buena administración, hay que volver la mirada hacia su legado. Porque en tiempos de incertidumbre e inestabilidad política y empresarial, de mercados turbulentos, recordar a quienes supieron gerenciar con ética, eficacia y visión de futuro no es nostalgia, es una imperiosa necesidad.
¡Gracias, don Jorge!
Se suspende la regla sin mostrar cómo se usarán esos recursos, poniendo en riesgo la sostenibilidad y dejando en duda si ese endeudamiento aliviará las necesidades o solo pospondrá los problemas.
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Trabajar para generar, adquirir y trasmitir experiencias y valorarlas, haciendo las cosas sin que se queden en el papel, pues solamente escritas no funcionan