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No deja de sorprender la forma en que la supresión ética de la ministra de Ciencias, Yesenia Olaya Requene, la hace cometer tantos abusos de poder como hemos indicado en esta columna. Ha sido ampliamente cuestionada por crear un ambiente de estrés inhumano, acusando a su equipo de incompetencia y corrupción para encubrir sus problemas de autoridad, así como por la violación del fuero sindical. Según la Encuesta sobre Ambiente y Desempeño Institucional Nacional y Departamental (EDI - Edid) 2024 del Dane, MinCiencias es la peor entidad del país para trabajar. También encontramos resoluciones que contradicen el ordenamiento legal, evidenciando el delito de prevaricato, aunado al nepotismo con la puerta giratoria con quienes le hacen favores, los soportes cuestionables de su hoja de vida y el direccionamiento de contratos a universidades privadas y cámaras de comercio. Finalmente, se le ha endilgado el mal manejo fiscal y el detrimento del patrimonio público en su nefasta gestión, así como inconsistencias en la convocatoria de grupos e investigadores y políticas hechas a punta de ChatGPT.
Ahora, la ministra de Ciencias podría tener una connivencia en el marco del escándalo de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, Ungrd. En este, el entramado de corrupción más grande del país, ha sido implicado Kevin Fernando Henao Martínez, quien del Dapre pasó al MinInterior y de allí al MinCiencias, donde fue nombrado por Yesenia Olaya como su asesor y, recientemente, con la Resolución 0450 del 8 de julio de 2025, como director de Ciencia de la entidad -valga decir, sin la experiencia ni los pergaminos para el cargo-.
El exdirector de la Ungrd, Olmedo López, identificó a Henao Martínez como un actor activo en maniobras políticas relacionadas con el escándalo. Según López, Henao habría enviado una lista de congresistas del Pacto Histórico que no votaron en una convocatoria interna del partido, con el fin de limitarles el acceso a proyectos en la Ungrd. También Henao aparece en los videos del denominado cónclave para el saqueo de la Ungrd en el Palacio de Nariño. Si bien no se ha confirmado ante la justicia penal ni administrativa una imputación concreta en su contra, si es un deber ciudadano, y más aún obligación de un servidor público, reportar actos ilegales o contrarios al interés público. Pero recordemos que Henao Martínez estuvo implicado en el escándalo del Invias y fue citado por su relación con presuntas irregularidades por parte de la Corte Suprema de Justicia, lo que aúna dudas de su probidad.
Si la ministra se desvela destapando la corrupción, la más reciente con la denuncia ante la Fiscalía por presuntas irregularidades en la convocatoria 33 del Sistema General de Regalías, radicada el 9 de julio de 2025, que sirve más bien como cortina de humo a su infausta gestión en esta materia, ¿por qué protege a Henao Martínez? De no existir connivencia de la ministra de Ciencias con su asesor y ahora director de ciencia, tendríamos que ver acciones claras, como su inmediata remoción ¿Será que la ministra recibe la orden de cuidar a Henao y se ajusta a los lineamientos de su amo, quien hace poco le recordó a su ministro de la igualdad y la equidad, el afrodescendiente Carlos Rosero, que “ningún negro me dice a quién nombro”?
En su obra “Eichmann en Jerusalén: Un informe sobre la banalidad del mal” de 1963, Hannah Arendt sostiene que el mal puede ser cometido por personas comunes, que no son monstruos ni psicópatas, sino individuos mediocres que no piensan por sí mismos. Si bien la MinCiencias se ha comportado en el trato personal con funcionarios del ministerio abusando de su poder, y de hecho a funcionarias afrodescendientes que debería proteger, por el contrario, les ha negado sus derechos en el cumplimiento del procedimiento de retiro de personal cuando han renunciado a la entidad, podría ser que ella ahora se acopla al engranaje de la corrupción a gran escala, en este caso, cumpliendo la orden de cuidar a su encomendado con 14,5 millones mensuales.
Como indiqué en una columna anterior, la MinCiencias podría ser tan solo una burócrata obediente, incapaz de pensar críticamente o cuestionar la legalidad o moralidad de las órdenes que recibe y del silencio que debe guardar, protegiendo a implicados en la maquinaria delictiva, siendo el óbice para la transparencia y la legalidad. Esa incapacidad de pensar, en el sentido profundo de reflexionar éticamente, es lo que Arendt llama la banalidad del mal. Sin embargo, al revisar holísticamente la gestión de Olaya Requene en MinCiencias encontramos, sin lugar a duda, que el mal que le ha hecho a la ciencia del país no es banal.
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