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Analistas 28/04/2025

El burro amarrado

Lewis Acuña
Periodista

Hay mucha gente pobre enseñando a gente pobre a ser ricos. Carolina Hernández no nació rica. Ni en dinero ni en mentalidad. Pero aprendió a pensar en abundancia con la misma naturalidad con la que otros aprendemos a tenerle miedo a colgarnos a final de mes. Que la plata no alcance.

Su libro 'Una Guía Millonaria' no nació para convertirse en bestseller -aunque pareciera ser su destino-, nació como una carta para sus hijos, como una herencia de conocimiento útil, como una ruta emocional para no repetir la historia de quienes crecen con el miedo a no tener.

Ella habla del dinero sin solemnidad. Lo ve como un juego. “Para mí es divertido pagar cuentas”, dice sonriendo, y no hay sarcasmo en su voz, hay lógica. Porque lo que para muchos es angustia, para ella fue siempre diseño, ensayo, error y estructura.

Aprendió pronto que gastar menos de lo que se gana no es una recomendación, es una puerta. Que aunque suena obvio, el sistema mismo está diseñado para convencernos de todo lo contrario y la normalidad sea la de vivir “al debe”. Comprendió que la libertad financiera no comienza cuando se acaban las deudas, sino cuando se pierde el miedo a verlas de frente y pagarlas sin generar un círculo vicioso. Otra obviedad que lucha constantemente contra la incoherencia del saber y el actuar.

En su historia, que es el hilo conductor en el libro, hay un emprendimiento de alquiler de vestidos a los 14 años que se le ocurrió ante la avalancha de quinceañeras y adolescentes que no querían repetir atuendo frente a sus amigos, una mamá que tuvo que asumir la administración del negocio mientras ella iba al colegio, y -aquí hago un gran salto en su vida y los negocios posteriores- que a la larga la convirtieron en una empresaria e inversionista millonaria (de las de verdad).

“Primero el cliente, luego el producto”, es quizá su mantra favorito, al que llama con cariño “El burro amarrado”. Su propuesta es una pedagogía emocional. Un juego. Dejar de verse como víctima de las cifras, dejar de pelear con la vida cada vez que llega la quincena.

Habla, por ejemplo, del “invitado invisible”, un juego simple que propone duplicar cada gasto por gusto y depositar el mismo valor en una cuenta de ahorros. Si no puedes invitar al invitado, no deberías estar gastando. Es un método disfrazado de juego, o un juego que revela el método. El control no tiene que doler, puede ser un sencillo acto de consciencia.

Carolina no enseña fórmulas mágicas. Rechaza la idea de los “gurús” que venden recetas vacías. Cree en educar la mente, en dialogar con ese “niño financiero” que todos llevamos dentro y que pide gastar sin pensar. Cree también en el adulto, el mediador, ese que organiza, filtra y actúa. No se trata solo de decretar riqueza, se trata de construirla, paso a paso, peso a peso.

Una guía millonaria no habla desde la cima. Habla desde el camino. Y por eso es poderosa.

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