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A los siete años se enfrascó en una pelea a puños con otro compañero y le escuchó decir a su profesor una de las frases que lo marcarían el resto de la vida. Una de las grandes lecciones que lo convertirían en lo que ahora es. Irónicamente, fueron palabras totalmente equivocadas, pero afortunadas.
Afortunadas porque lo llevaron a buscar respuestas, como toda gran enseñanza. Años después, siendo un adulto, supo cómo hablar con alguien que se pone a la defensiva, qué decir cuando alguien lo menosprecia, cómo dejar claros los límites propios sin que se sientan ofendidos, pero tampoco rindiendo pleitesías. En definitiva, cómo decir lo que quiere decir de una forma clara e inequívoca. Te pasa a ti.
¿Qué le dices a un jefe que vive descartando tus ideas o menospreciando lo que haces? ¿Qué le dices a tu pareja que siempre quiere tener la razón? ¿Qué le dices a esa persona que te desespera, pero con la que debes seguir tratando? Puede parecerte obvio, pero cada palabra cuenta. Cada una es valiosa.
Comunicar no es solo intercambiar información. Es dejar una huella. Es lo hermoso y lo trágico de hablar. Cada cosa que decimos en el ahora tiene consecuencias en el futuro. En cada uno de los aspectos de nuestra existencia. Las palabras no solo describen la realidad, la construyen porque cada una es importante. Es por ello que requieren coherencia.
Los hábitos conversaciones se convierten en tu marca personal. En el propósito para elegir el tono, el tiempo y la actitud de cada conversación. Sobre todo cuando es difícil, porque la evasión -aunque encuentre justificaciones- es enemiga del vínculo profundo. Toda relación que trasciende no nace solo del acuerdo, sino que sobrevive al desacuerdo. Es saber hablar acertadamente cuando incómoda, cuando se teme perder, cuando hay algo en juego y para construir, no para imponer.
Son los pequeños grandes actos de una buena comunicación diaria los que dejan pistas de quién eres realmente y de cómo te recordarán. De ellos habla Jefferson Fisher en su libro Discute Menos, habla más. El poder de una buena conversación.
“Los palos y las piedras pueden romperte los huesos, pero las palabras nunca te harán daño”, fue lo que de niño escuchó de su profesor. Una frase con buena intención, sin duda, pero totalmente equivocada al negar el poder real y profundo de lo que se dice. Ahora, muchos años y millones de palabras después, escribió para aconsejarte algo.
Dilo con control. Dilo con confianza. Dilo para conectar.
Sin libertad monetaria, no hay integración financiera ni crecimiento posible, no tener mercado bursátil eficiente hace mucho daño
Se llama separación e independencia de los poderes públicos. Así funciona la democracia, requisito de una sociedad en paz