Zona de distensión binacional

El Gobierno tiene la particularidad de lanzar cada día una idea peor que la anterior. Ahora se le ocurrió firmar un memorando de entendimiento con el gobierno venezolano. Las autoridades de ambos países han indicado que este pretende crear un marco de cooperación para la implementación de una zona económica compartida, que incluiría varios estados venezolanos y departamentos colombianos.

Han señalado que se trata de una “zona de paz, unión y desarrollo”, que permitiría llevar desarrollo, dignidad, seguridad y bienestar económico y social, sin mafias. Se trataría de una integración binacional para la circulación de personas, la libre venta de bienes y servicios y la realización de inversiones y proyectos sociales e infraestructura entre los dos países.

Se busca crear una zona de libre comercio y un mercado común fronterizo, además de cooperación en materia de seguridad. El dictador venezolano ha indicado que también incluiría la unión cultural y política de las autoridades y los movimientos sociales, así como la coordinación policial y militar permanente para liberar la zona de la violencia.

Este anuncio podría ser muy positivo si no tuviera como arquitectos a dos gobernantes cuestionados y con intereses oscuros. Actualmente, Venezuela es una dictadura que poco hace -e incluso fomenta- el narcotráfico. Es guarida de grupos al margen de la ley, como el ELN, dedicados a la extorsión y al tráfico de drogas. Incluso cuenta con el llamado “Cartel de los Soles”, conformado por altos funcionarios venezolanos involucrados en el narcotráfico. Tan aberrante es la situación, que existen ofrecimientos de recompensas por parte de EE.UU. que conduzcan al arresto y condena de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.

Por otro lado, Venezuela siempre ha tenido ambiciones territoriales sobre La Guajira y otras zonas fronterizas. Además, atraviesa una crisis económica grave, acentuada por las sanciones de EE.UU., lo que le impide acceder a divisas y bienes esenciales para la economía y sus ciudadanos. Por ello, una zona problemática e informal sería ideal para sus propósitos.

Del lado colombiano, tenemos un presidente en contubernio con grupos narcotraficantes y terroristas, a quienes se les han otorgado gabelas en nombre de la “paz total”, y sobre los que se dice fueron fundamentales en las elecciones de 2022 y, seguramente, lo serán en las de 2026. También se pretende importar el modelo castrochavista venezolano mediante esta integración económica, política y cultural, dada la intención inocultable del petrismo de replicarlo en Colombia.

Así, esta zona sería la realización del sueño petrista: un modelo castrochavista sostenido por la economía informal, donde fluyen los dólares del narcotráfico, en medio del caos y la anarquía. Como dirían, se juntaron el hambre con las ganas de comer.

Por supuesto, se requerirán instrumentos jurídicos adicionales para su implementación. No obstante, el memorando sienta las bases del desastre y es indeseable y peligroso. Con estos gobernantes y sus intereses, se afectaría seriamente la seguridad y el bienestar de la población de la zona y crecería la informalidad, los cultivos ilícitos y el narcotráfico, lo que implicaría un control territorial total de los grupos al margen de la ley. Estaríamos renunciando a nuestra soberanía y condenando a estos departamentos a quedar sin Dios ni ley.