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Analistas 29/08/2019

El flagelo de los colados

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

Fue noticia hace unos días la posibilidad de que estudiantes del Sena se quedaran sin cupo en la institución por colarse en el servicio de Transmilenio; fueron varias las voces que se levantaron en contra. Lo cierto es que diariamente hay más de 350.000 colados y las pérdidas para el sistema son millonarias.

Son innumerables los videos en los cuales sin ningún pudor los usuarios arriesgan su vida por no pagar un pasaje de transporte público, con sorna, pero sobre todo con un profundo cinismo, varios de ellos al ser entrevistados culpan al deficiente sistema. La universidad Nacional en un reciente estudio señaló que un poco más del 15% de los usuarios en Transmilenio no paga por su servicio lo que acarrea más de 200.000 millones de pérdidas al año.

En comparación con otras ciudades del país, Bogotá está muy por encima de la media; en Cartagena, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga, la tasa de usuarios que no paga en un sistema de transporte similar está por debajo de 1%; las puertas anti colados, o los perros de seguridad son opciones que no contemplan pues es tan insignificante su porcentaje que sería más gravoso desarrollar una medida similar a las de Bogotá en sus ciudades. Es cierto que la capital triplica en habitantes a las demás ciudades, pero es difícil de explicar la poca cultura ciudadana que demuestran en el uso de los bienes públicos; las marchas sindicales suelen afectar por igual todas las ciudades, pero los daños al sistema de transporte masivo suelen ser noticia casi exclusiva de la capital.
Transmilenio no es el sistema de transporte “soñado”, pero nada justifica las conductas delictivas contra este y colarse es una de ellas. Es común oír a la gente quejarse por la corrupción de los políticos, sin ser conscientes que cada colado contribuye a fomentarla. Los colados hacen perder dinero al sistema y también son un problema social; basta ver las dobles y hasta terceras filas en un giro de semáforo o encontrar al avivato sentado.

Las sanciones a estos pequeños actos de corrupción no suelen ser severas, por lo cual la conducta tiende a ser reiterativa, Bogotá seguirá intentando nuevas medidas contra este flagelo, pero la respuesta deberá estar encaminada más hacia la cultura ciudadana y hacia la sanción social.

Tolerar como sociedad los colados es tolerar la corrupción; por ello resultan necesarias medidas como la cancelación de matrícula a estudiantes del Sena y debería ampliarse a las universidades públicas; pero no solo para colados en un sistema de transporte sino para quienes también participen en actos delictivos contra su propia ciudad; quien se beneficia de lo público no puede estar al tiempo defraudando o destruyendo el sistema; la rebeldía propia de la juventud no es excusa para el odio y la apropiación de lo ajeno. Colombia necesita ética y cultura ciudadanas, pero hay que ser firmes ante estos actos; el “nada pasa” de la justicia en algún momento tiene que cambiar.

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