Reflexiones sobre la tributaria

Cuando se pretende efectuar un análisis desapasionado de la propuesta de reforma tributaria se puede caer en sesgos, así como también, incurrir en el error de darle una lectura política y hacer especulaciones frente a la aceptación que de la misma tenga el Congreso y, en especial, la opinión pública. Así las cosas, debe partirse de hechos ciertos y el principal es que Colombia tiene uno de los menores recaudos tributarios como porcentaje del PIB y si se pretende atender todas las necesidades de la población, así como cubrir el déficit fiscal se deben cobrar más impuestos. En consecuencia, la reforma es necesaria.

La primera reflexión consiste en preguntarse en qué se van a invertir los nuevos recursos recaudados, no se ve cómo el Congreso de la República pueda aprobar nuevos impuestos sin que se haga explícito la destinación de ese recaudo. En este sentido, el deber ser consistiría en dar primero la discusión frente al Presupuesto General de la Nación, pues sólo en este sentido se podrá conocer la real necesidad de recursos y qué tipo de programas se verían afectados por la aprobación o no de alguno de los tributos propuestos.

Causa preocupación el hecho de cargar los impuestos a las personas que hoy ya tributan y que no se haga el esfuerzo de ampliar la base de contribuyentes, en la actualidad sólo entre el 4% y 6% de las personas pagan renta y se pretende que estas mismas paguen cerca de 8 billones de pesos más, medida que no demuestra la solidaridad que se pretende inculcar. En este punto resulta acertado el esfuerzo por la unificación cedular y que todos los ingresos que perciban los ciudadanos sean la base para el pago de impuestos. Sin embargo, debe tenerse cuidado en esta unificación puesto que al elevar la tarifa de los dividendos del 10% actual a un tratamiento como el de la tarifa general, se castiga de manera excesiva la inversión y podríamos concluir que las rentas de capital estarían pagando dos veces el impuesto de renta: el que paga la empresa y el que paga el accionista, generándose al mismo tiempo, una fuga de capitales de los nacionales colombianos.

El Gobierno afirmó que, para no afectar a los más vulnerables, no iba a tocar el IVA. Sin embargo, es un hecho que se va a afectar la canasta básica familiar de estas personas mediante la imposición de los llamados impuestos saludables con la excusa de buscar desincentivar su consumo con un impuesto del 10% sobre el valor de los productos. Al respecto la O.M.S. ha manifestado que estos impuestos deben destinarse al sector salud, por ser el que asume las externalidades del consumo de estos productos, pero en la reforma presentada estos impuestos se destinarán a financiar el presupuesto, con lo cual el mensaje de salud queda cojo y más bien parece una forma disimulada de gravar gran parte de la canasta familiar, con la diferencia de que este impuesto no gozará del beneficio de la devolución del IVA para los más necesitados.

Al analizar los impuestos corporativos surge la preocupación de cargar con impuestos adicionales a las empresas que como bien se sabe hoy soportan la mayor parte de la tributación, razón por la cual se ha mencionado en varios escenarios que esa tendencia debería revertirse, con el fin de propender por que sean las personas naturales quienes más tributen. Esta reforma acentúa el error de nuestro sistema en el que se parte de la creencia que las empresas son ricas y no las personas detrás de estas y del desconocimiento de que el 91% de estas son MIPYMES. Sin embargo, el mayor problema de seguir aumentando la carga impositiva de las empresas es desconocer que vivimos en un mundo globalizado en el que los países compiten entre sí por atraer capital privado donde la decisión de inversión se fundamenta en un análisis de rentabilidad y de seguridad jurídica, que implica estabilidad en las reglas de juego. Preocupa entonces que la reforma concentre el recaudo en los mismos de siempre, genera fuertes desincentivos a la inversión privada y por esta vía atenta preocupantemente la generación de empleo.