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Analistas 17/11/2018

Privacidad biométrica

Javier Villamizar
Managing Director

Desde hace un buen tiempo, en los Estados Unidos, el estado de Illinois ha institucionalizado la Ley de Privacidad de Información Biométrica (Bipa, por sus siglas en inglés), la cual prohíbe a cualquier compañía usar, compartir y analizar la información biométrica de sus usuarios sin su consentimiento. Esta nueva regulación va en contravía con la tendencia creciente, tanto en compañías en el mundo real como en el mundo virtual, de recoger, almacenar y monetizar todo tipo de información de sus usuarios, incluyendo sus huellas dactilares, características faciales o cualquier otro factor biométrico.

Para nadie es un secreto, que el uso de huellas dactilares, el reconocimiento facial o del iris e incluso de la voz, son hoy en día herramientas técnicas que se están imponiendo como sistemas asimilables a una firma electrónica, tanto para el simple desbloqueo de dispositivos móviles, como para la autorización de transacciones bancarias. Aunque este tipo de tecnologías es apreciado por los usuarios del común, al ser un mecanismo seguro para proteger cualquiera de nuestras preciadas posesiones, pocos somos conscientes de cómo el uso de nuestros datos biométricos únicos y personales debería ser protegido cuando lo dejamos en manos de terceros.

Para muchos, la vigilancia biométrica se está convirtiendo en una amenaza creciente para nuestra privacidad, particularmente cuando hoy en día existen tecnologías que permiten que nuestra información biométrica se recolecte a distancia y en muchos casos sin nuestro conocimiento.

En China se está introduciendo un sistema de rastreo biométrico conocido como ‘bio-ID’, el cual consiste en una red de decenas de miles de cámaras de video a lo largo y ancho de las estaciones de metro, plazas públicas y lugares de interés, con el objetivo, según argumenta el gobierno, de aumentar la eficiencia del transporte público. El ‘bio-ID’ hace uso también de sistemas de reconocimiento facial y de huellas dactilares para agilizar el movimiento de pasajeros, los cuales no necesitan presentar pasajes o identificaciones físicas. De la misma manera, en algunos aeropuertos chinos se ha implementado un sistema que fotografía la cara de los pasajeros que cruzan los puntos de seguridad y conecta esta información biométrica con las tarjetas de embarque, de manera que cuando el pasajero se va a subir al avión, se poder comprobar su identidad.

La población de China, hace que los algoritmos de inteligencia artificial puedan entrenarse a una escala nunca antes vista y que ningún otro país del mundo puede igualar, haciendo que su precisión sea superior a cualquier otro sistema. Se especula que la única base de datos biométricos, especialmente para reconocimiento facial que pudiera equipararse a la del gobierno chino, sería la de la red social Facebook, que aprovecha los millones de fotos que son adicionados a su plataforma todos los días y las etiquetas que los usuarios ponen a las mismas.

Una de las preocupaciones mas grandes relacionadas con el uso indebido de la información biométrica, es la posibilidad que enfrentan los ciudadanos de perder el anonimato cuando participan en el debate público, lo cual es una práctica habitual en las democracias modernas. Sin importar el beneficio en términos de seguridad y protección a los ciudadanos, es importante que los gobiernos garanticen el derecho de los ciudadanos a su identidad y se evite que sean objeto de discriminación o de represalias injustas por el ejercicio de sus derechos fundamentales.

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