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Quizás alguien pueda pensar que con un título tan explícito lo único que pretende el autor del artículo es despertar el interés del lector y que luego, con la lectura, el texto estará lleno de medias tintas y templanzas que edulcoren el verdadero significado de ese pensamiento tan agresivo. Espero no defraudar a unos ni deprimir a otros viendo el panorama que nos rodea.
Sí, insisto, mentir forma parte de la comunicación política y pseudoperiodística. Luego se podrán usar todo tipo de artimañas, eufemismos y vericuetos lingüísticos para evitar usar ese vocablo, que sin duda es imposible de aceptar por la gente de bien, pero hablando en plata, la verdad ha pasado a ser algo absolutamente banal y carente de importancia, si esa verdad va en contra de los intereses de un grupo político, institución, asociación, medio o incluso equipo deportivo.
La razón de por qué hemos llegado a este punto es muy sencilla: el sectarismo y la polarización política y social que se ha promovido por los representantes de la ciudadanía y con ella la aparición de chupatintas, tertulianos y charlatanes que buscan su minuto de protagonismo al calor de las redes sociales.
Estas ventanas de exposición son tan protagonistas en nuestras vidas que lo importante es llenarlas de contenido independientemente de que lo que se diga, se muestre o se improvise tenga sentido o, lo que es peor, sea un reflejo de la realidad; o sea, de la verdad.
Lo que prima y se destaca es que el discurso esté alineado con lo defendido por la facción política, mediática o judicial de turno. Si para eso hay que mentir, se miente; si hay que tergiversar la realidad, se tergiversa y si hay que utilizar plataformas de inteligencia artificial (vaya herramienta tan perversa se les ha dado a estos voceros tan peligrosos como mediocres), para crear una realidad paralela…, pues se usa. Todo vale para el propósito buscado. Nada como escabullirse y señalar al que está enfrente y que ya no es rival, sino tu enemigo para decirle: “y tú más”.
El fanatismo en la defensa de unas ideas lleva a que se genere una sociedad maniquea: de buenos y malos, de estar conmigo o contra mí, de blancos y negros, de levantar muros buscando más el separar que conciliar para buscar puntos de encuentro y en todo ello la mentira es parte fundamental de la estrategia. Es un medio capital cuando se carece de argumentos para conquistar crédito político. Es más fácil mentir que proponer.
Es muy triste pensar que a las personas ya no les importa hacer suyas afirmaciones que saben que no son ciertas. ¿A quién le interesa si una cosa es verdadera o falsa si con ello estamos logrando emponzoñar a nuestro enemigo?
La mentira sirve para justificar decisiones, acciones que pueden llegar a terminar con el estado de Derecho; con las democracias liberales que han sido el motor del crecimiento de las sociedades occidentales desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Son la coartada perfecta para autócratas que pretenden cambiar el statu quo político de sus países y alinearlos con sus intereses personales y patrimoniales.
Además, la mentira tiene a su favor que juega con la existencia de una ingente cantidad de información y noticias que hace que pueda perderse rápidamente en la vorágine diaria y que por lo tanto se olvide. En cualquier caso, una vez que se ha lanzado aplicaría el refrán tan conocido de: “miente, miente que algo queda” y por lo tanto objetivo cumplido.
Como suele pasar con otras actividades delictivas, porque mentir puede y debería ser considerado una falta o un delito con consecuencias políticas, sociales o incluso penales, lo grave es hacerlo una primera vez y que no pase nada: que no haya un clamor popular GENERALIZADO y no partidista de que eso no es cierto y que se señale al autor con el dedo. Al no haber consecuencias de ningún tipo, ya da igual calumniar las veces que sean necesarias. Total, no me voy a desacreditar y he conseguido lo que buscaba.
Antes lo he comentado de soslayo. ¿No será que mentira y mediocridad son términos que se necesitan? Ante la falta de argumentos verosímiles, ¿no es mucho más sencillo inventarse las cosas, cogiendo una imagen de aquí, una frase de allá o una conversación privada fuera de contexto? Hay verdaderos expertos del “copy&paste”.
Ha llegado a ser algo tan necesario que hay personajes que se jactan de su habilidad para mentir; se vanaglorian y justifican lo realizado, sabiendo que no es verdad si con ello se ha logrado cambiar el paso o desviar la atención de lo realmente importante y reseñable. Se creen tan por encima del bien y del mal que no se ruborizan cuando se les demuestra que eso que han defendido a capa y espada es absolutamente falso o que eso que ahora defienden aduciendo un motivo mayor, fue exactamente lo contrario de lo que defendía, no hace unos años, sino hace días.
La contundencia en la defensa de una idea o planteamiento sobre algo no debería apoyarse en mentiras, calumnias, falsedades ante ideas diferentes con el único fin de reforzar mi posición. Eso cuestionaría la bondad de esa idea y de la capacidad intelectual del emisario. En muchos casos, tanta mentira ha llevado a conflictos políticos, enfrentamientos sociales e incluso a guerras que han devenido en situaciones absolutamente destructivas y que sin duda ponen en entredicho la capacidad que tenemos los humanos de comunicarse y de entenderse, pese a las diferencias.
De algún tiempo a esta parte, me da por pensar que toda formación política, en el país y de la ideología que sea, necesita tener entre sus perfiles relevantes en el área de comunicación o en la misma gestión, a un mentiroso compulsivo; alguien que sea capaz de hacer de la mentira, su gran fortaleza: su modus vivendi. Es muy triste, pero son piezas codiciadas.
Lo malo de todo esto es que, afectando a lo político, a lo judicial o a la convivencia, lo que es dramático y muy peligroso para nuestro desarrollo como sociedades democráticas y libres se está trasladando a temas más lúdicos o ¿es que no se miente al final de cada jornada futbolística al defender sin sentido si un equipo de fútbol ha sido más o menos favorecido por ciertas decisiones arbitrales?
No miro a nadie, pero es para hacérselo mirar. Una pena.
Ya que estamos viviendo en un mundo lleno de falsedades, al menos apliquemos el sentido común que nos queda y señalemos, aunque nos cueste algún conflicto con nuestros allegados, a aquellos que hacen de la mentira su forma de vida y luego que cada uno, resuelva con su conciencia.., cuando toque.
Aunque sea una obviedad convendría insistir en que la verdad existe y que es necesario distinguir entre lo cierto y lo que hoy se llama relato., otra palabra manida usada por politólogos y tertulianos.
La ciudadanía tiene en sus manos buscar una regeneración en lo político. Mientras que la democracia exista tenemos con nuestro voto la posibilidad de castigar y echar a los que mienten. ¿Si la omisión de prestar socorro es considerado delito, no debería serlo también la omisión de preservar el bien común? Este bien sí que es una verdad irrebatible.
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