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Analistas 29/03/2018

Colombia y Venezuela

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Los destinos de los dos países están atados de forma irrevocable. Por esta razón Colombia no puede dejar de reconocer el impacto de la crisis económica en el país hermano, con el cual compartimos historia, geografía y elementos culturales y sociales. Las circunstancias empeoran de manera sostenida porque los máximos directivos públicos de Venezuela son inadecuados para su responsabilidad. Todo tiene límite, pero el régimen chavista puede subsistir por años. Mientras tanto debemos enfrentar los retos que nos trae la presencia de venezolanos en nuestro territorio.

Su participación en el total de población en Colombia, un poco mayor de 1%, no aumentó en 2017 según cifras oficiales; Colombia ha sido más sitio de tránsito que destino final. No obstante, si las cosas allá siguen en deterioro sostenido el traslado a Colombia será la solución para una mayor proporción de la población de Venezuela. Es preciso prepararnos para enfrentar la creciente presencia de personas en busca de oportunidades en todos los niveles de la escala profesional y social, desde quien mendiga en las esquinas de las ciudades hasta algunos grandes empresarios afincados en Bogotá.

Además del menor precio de mercado de la mano de obra por mayor oferta, la migración venezolana podría tener algún impacto en valores prevalentes, con efecto neto positivo o negativo según nuestra gestión.

La presencia de trabajadores a destajo provenientes de Venezuela facilitó la recolección de café en el Viejo Caldas y Quindío en la última cosecha a finales del año pasado. En el otro extremo del espectro laboral, muchos profesionales idóneos han aumentado el stock de conocimiento de nuestro país para beneficio de la sociedad colombiana. No todo, pues, es negativo, pero lo cierto es que debemos prepararnos para épocas difíciles si quienes gobiernan allá no aceptan el fracaso de su gestión y negocian acuerdos para su retiro y los de mandos militares. Preocupa la fragilidad de nuestros procesos públicos, con la consiguiente limitación funcional de nuestro Estado, incapaz hoy de ejercer el monopolio del poder coercitivo en parte importante del territorio y de enfrentar epopeyas sociales, como la que puede anticiparse con motivo de lo que ocurre en el hermano país como consecuencia de pésimos gobiernos.
El ejemplo de Venezuela nos debería servir de espejo. Lo ocurrido allá se originó en la inefectividad de instituciones tradicionales frente a las oportunidades y las necesidades. Las nuestras hoy también son ineficaces si el criterio de evaluación es el impacto de lo público en la distribución del ingreso, que en Colombia es nulo en la práctica según el indicador cuantitativo correspondiente. Nuestra reflexión podría incluso llevar a estudiar, ante la debilidad de los diseños institucionales de ambos países, la posibilidad de negociar una única solución buena para todos los habitantes. Sería preciso mantener lo existente para asignar los beneficios por aprovechamiento de recursos naturales no renovables, impulsar la autonomía regional para definir estrategias de desarrollo social y económico, pero de manera conciliada con las necesidades del ámbito nacional y, en general, establecer procesos públicos eficaces para el mundo globalizado. Se debe aprovechar los espacios para capturar sinergias entre los países. Habría serios obstáculos, pero los beneficios para todos ameritan el esfuerzo.

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