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En los últimos meses se han venido cuestionando las variedades de café que se utilizan en Colombia, porque consideran, los grandes productores, que producen poco café y la cosecha no está concentrada en pocas semanas, como es el ideal para un empresario.
Esta aspiración tiene más que ver con la escasez de mano de obra que los hace pensar con nostalgia en el Caturra, que concentraba la cosecha en diez o doce semanas, muy atractivo para el recolector, y permitía pagar al propietario menor precio por kilo; además, hace más fácil el control de la broca.
Desde luego, se puede entrar en una contradicción, en la medida en que cada día la población trashumante es menor, y la mano de obra para recolectar cosechas también, por preferir trabajos estables.
Hay que entender que el desarrollo de la variedad Colombia por Cenicafé constituye un éxito para 99% de los pequeños productores, en la medida en que cuentan con ingresos todo el año, una recolección permanente, y sirve de control de la broca.
En la década del 80, Cenicafé “liberó” la variedad Colombia, resistente a la roya, que sumados los factores climáticos del momento, contribuyó al año récord de producción en 1992. De otro lado, basta recordar el desastre cafetero de los cultivos que aún estaban en Caturra que durante el invierno de 2010 y 2011, fueron invadidos por la roya.
Continuando con esta cronología, en 2005 Cenicafé entregó la semilla de la variedad Castillo, un trabajo de investigación de más de 20 años. Genera una mayor producción, además de unos granos con un tamaño y peso superior en 20%. Más de las tres cuartas partes del grano se clasifica como café supremo, por su tamaño, y tiene un mayor valor por parte de los tostadores, y conserva las propiedades de nuestro café.
Con la variedad Castillo se ha invertido la relación y ahora solo 25% de los cafetales es susceptible, con 75% en variedades resistentes y solo por utilizar esta semilla se obtienen ingresos anuales adicionales por más de $600.000 millones.
Conclusión, se paga con creces la inversión en investigación, que desde 1929 fue mandato de los dirigentes cafeteros, y se materializo en 1938 ordenando la creación del Centro de Investigaciones de Café -Cenicafé-, trabajando la adaptación de variedades y el desarrollo de nuevas, que obedecen a las necesidades de los cafeteros.
Sé dio un paso entregando la variedad Castillo®, adaptada a las regiones en función de la calidad de la tierra y la oferta ambiental. Por ello hoy se conocen como variedades regionales: la Castillo El Rosario, La Trinidad, Santa Bárbara, Naranjal, Pueblo Bello, Paraguaicito y Tambo, que corresponden a toda la geografía nacional.
Algunos caficultores están volviendo a sembrar variedad Caturra, con el inminente riesgo de enfrentar la roya. Otros siembran los “catimores”, denominado también como variedad Costa Rica, que tiene mucha producción, pero susceptible a la roya y con una taza plana, poco aceptada en el mercado, que muchos camuflan con café Castillo, para que no sea rechazado en los sitios de compra.
Si bien la liberación de las variedades Colombia y Castillo ha permitido aumentar la producción y defender las plantaciones contra la roya, ahora el reto podría ser apoyar a los grandes cafeteros que están buscando otro tipo de variedad - que concentre la producción-, pero que la siembra, levante y comercialización la asuman como un riesgo empresarial, dada la susceptibilidad a plagas.