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Analistas 03/02/2014

Los pequeños cafeteros

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo
La República Más
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La especialización en la producción agrícola de los campesinos mejora automáticamente su ingreso, por cuanto explota intensamente su predio obteniendo mayor productividad por hectárea, que le garantiza bajar los costos por carga producida y adquirir los bienes y servicios que requiere su familia a productores más eficientes, a precios de mercado, generando excedentes, producto del intercambio.

Utilizar la tierra y la mano de obra en producir café es lo más óptimo. Un cafetero de menos de una hectárea puede atender su predio sin problema, de forma más eficiente que con trabajadores contratados, obteniendo un ingreso por hectárea de cerca de $12.000.000, con costos de insumos de $2.000.000. Por lo tanto, con 5 hectáreas son $60.000.000 de ingresos y $20.000.000 de costos de insumos y ayudas temporales de mano de obra, generando un excedente de $40.000.000 para sostener a su familia. Con una hectárea obtiene más de un salario mínimo, dejándole más de la mitad del tiempo para otros oficios.

Ese productor tiene garantía de compra para su café. Acceder a los programas de café especial le permiten vender por encima del precio estándar, convertirse en un jardinero del café, para garantizar esa calidad que el mercado mundial reconoce con un mayor valor.

Transformar la mitad de su finca en una granja autosuficiente sería llevarlo a ser ineficiente en la producción, al no conocer ni contar con asistencia técnica para todos los productos. Adicionalmente, al ser imposible consumir todo lo producido, como maíz, frijol, plátano, y hortalizas, terminaría buscando comercialización generalmente difícil para pequeñas cantidades, viéndose obligado a regalar sus excedentes a los vecinos.

Una hectárea de tierra en zona cafetera óptima, no produce nada en mayor valor y cantidad que el café. $12.000.000 no lo genera ningún otro producto agrícola lícito en el país y, 20 cargas equivalen a 12 toneladas de café cereza, que tampoco los produce ningún cultivo diferente a café. Con el privilegio que ese ingreso representa para el que trabaja la tierra, que en el caso de los pequeños es el dueño.

Proponer esas granjas es devolvernos 100 años y condenar a los pequeños productores a la pobreza. Esta propuesta es tan descabellada como pedir a los grandes productores que hagan lo propio con sus fincas. La especialización y el intercambio comercial son la fuente del progreso de la sociedad en la economía moderna.

Los pequeños agricultores con asistencia técnica y ayudas de administración pueden obtener la misma productividad de los grandes. Hoy esta diferencia solo es de 33%.

Los productores de menos de 5 hectáreas representan el 95%, es decir 516.678 caficultores. Poseen el 76% de la tierra, algo así como 716.976 hectáreas y obtienen el 64% del PIC que significa que producen esa proporción de la producción nacional. Inclusive puede ser más porque, como afirma la FNC, no pudieron cobrar el subsidio más de 150.000 pequeños productores. Estas cifras indican que allí está el grueso de la caficultura, y es hacia dónde deben estar enfocados todos los esfuerzos si queremos tener este cultivo fuerte hacia el futuro. 

Convertirlos en granjas diversificadas es acabar con el café en Colombia y empobrecer a los campesinos. 

Diversificarlos es tratar de imponer una economía autárquica; la historia nos ha demostrado que es algo primitivo y va en contra de lo que está comprobado es la senda del progreso. Proponer esta alternativa es casi que ofensivo, para todos los que encuentran en la especialización de su predio la forma de que el mercado mundial reconozca con un buen precio su grano y, lo puedan exportar cada día a mercados más sofisticados y especializados.

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