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Analistas 31/10/2017

Estatutos cafeteros, una deuda

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo

En el marco de los 90 años de la Federación Nacional de Cafeteros se celebró un congreso extraordinario, entre otras con el propósito de presentar los nuevos estatutos, más modernos e incluyentes, y adaptarlos a lo que requiere a la democracia actual. Sin embargo, la gran novedad es un capítulo de Derechos y Deberes del federado, en el que se estipula la observancia de las políticas y directrices que se impartan, actuando con lealtad y honestidad; así mismo, que los representantes gremiales deben obrar de buena fe, con lealtad, honestidad y diligencia. Extraña figura que se puede leer de múltiples formas.

Fácilmente se concluye que una constituyente en la que el pueblo cafetero elija delegados solo con este propósito, puede de verdad producir los cambios que se requieren para modernizarse, dado que se resisten consistentemente, a pesar del llamado para convocarla que hizo el presidente Santos en su alocución del 25 de febrero de 2013, al inicio del Paro Cafetero. Es una deuda grande para con quien ha cumplido generosamente con todo lo que ha solicitado el gremio.

El congreso cafetero de 2011 ordenó una reforma de estatutos que inmediatamente capturó una comisión de dirigentes amigos para dejar las cosas igual y, el gerente de aquel entonces no contaba con el liderazgo ni la fuerza gremial para lograrlo. El actual gerente -con alta credibilidad, deseos de cambio y mucho empuje-, logró en un año que se produjera lo que el congreso cafetero llevaba seis años aplazando, desde luego respetuoso de la voluntad de muchos de los que defienden más el pasado que el futuro.

Por ejemplo, no se logró que los 90 delegados al congreso puedan votar de manera individual, de acuerdo con su criterio; seguirá votando el jefe de la delegación de cada departamento, en nombre de los seis congresistas, lo que hace imposible que los minoritarios sean escuchados, y que los pensamientos diferentes que se dan en todas las delegaciones, se puedan unir. Así mismo, las decisiones las toma el presidente de la delegación, con voto ponderado de acuerdo con la producción de cada departamento.

Las cooperativas de caficultores -promovidas por la Federación-, y que cumplen con la garantía de compra, tienen prohibido originar candidaturas a las elecciones cafeteras, so pena de perder el contrato de agencia comercial para comprar café y de la línea de financiación -recursos públicos-. Este absurdo subsiste a pesar de ser una de las expresiones de asociación más democrática de los productores. No se dio el paso de prohibir más de una reelección, que implica 8 años en el cargo, para generar nuevos liderazgos, además de evitar el abuso del poder que frecuentemente se presenta, cuando los dirigentes en los departamentos ponen a los empleados y extensionistas a conseguir votos para ser reelegidos.

No fue posible que los estatutos estipulen que, ser elegido es un servicio público para defender los intereses de los productores y, por consiguiente, debe ser absolutamente gratuito. También hizo falta introducir una norma que prohiba que los delegados se beneficien de los recursos y programas que aprueben. Las decisiones serían más objetivas y transparentes. Ser elegido como vocero de los cafeteros, es un honor que cuesta.

Estas y muchas otras normas obsoletas, solo pueden ser reformadas definitivamente por una constituyente cafetera, que se ocupe de esa misión sin ninguna ambición dentro del gremio.

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