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Analistas 20/04/2021

Café, petróleo y carbón

Guillermo Trujillo Estrada
Analista cafetero
Guillermo Trujillo

Recientemente varios economistas del más alto nivel han discutido sobre la apremiante necesidad que tiene Colombia de generar nuevas fuentes de divisas, ante la inminente desaparición del carbón y, también en muy pocos años el petróleo, dada la tendencia de sustituirlos por fuentes de energía que no emitan CO2.

Me recordó como en 1980, la dirigencia de Caldas contrató un estudio con Fedesarrollo sobre las transferencias del café a la nación, y la forma cómo se podría afrontar la nueva realidad de la explotación del carbón del Cerrejón y del petróleo de Caño Limón.

En aquel entonces se presagiaba que estos dos nuevos renglones de exportación desplazarían al café como generador de dólares, y por lo tanto, la importancia económica y política del cultivo se vería desplazada por estos productos. Los líderes cafeteros consideraban que no generaban empleo, pero sí revaluación, como efectivamente sucedió.

Fue un buen caso histórico de economía política en el que cada sector quería ocupar un espacio preponderante en las decisiones nacionales. El café siempre ha exportado entre US$1.000 y US$ 2.000 millones, pero el país pasó de exportar anualmente de US$5.000 hasta US$60.000 millones en esos 40 años. La minería ocupó su lugar como fuente de divisas y de ingresos fiscales, mientras la exportación del grano pasó de representar 50% de las divisas, a aproximadamente 5%.

Además, las exportaciones totales del país nunca han representado más de 15% del PIB y, por lo tanto, su papel ha sido más el de garantizar el pago de las necesarias importaciones, que motor del desarrollo nacional.

Era esa la época cuando 50% de la población vivía en el campo, y el café era el producto de mayor generación de empleo, y la única alternativa de trabajo, para una población con muy bajo nivel de educación.

Hoy, 40 años después -cuando han pasado casi dos generaciones-, en el campo a duras penas vive 20% de la población, y gracias al mejoramiento en el nivel educativo, millones de campesinos han migrado a las grandes ciudades, ocupándose en oficios que no son óptimos, pero sí les permiten sobrevivir, educarse, adquirir vivienda y disfrutar de las comodidades que brinda una ciudad, sin ninguna intención de regresar al campo.

En este orden de ideas debemos aceptar que seguramente los cafeteros podrán tener un mayor ingreso, fruto de la tasa de cambio más devaluada, fuente histórica para la prosperidad de los cafeteros, pero pensar que puede volver la oportunidad para las grandes haciendas no es válido, por cuanto la falta de mano de obra es estructural.

En conclusión, ni el café ni la confección, tradicionales fuentes de empleo y divisas para países pobres tropicales, serían solución para obtener dólares -como algunos ahora proponen- dado que un país urbano, con un mayor nivel educativo, requiere actividades generadoras de valor agregado, que compitan internacionalmente. Ya no se puede competir con mano de obra barata.

Solo importando mucho más, lograremos ser competitivos y así crecer las exportaciones. La evidencia lo ha demostrado en el mundo. La corriente que defiende consumir solo producto nacional nos puede conducir a la pobreza, porque todo será más caro y posiblemente de menor calidad.

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