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Analistas 15/05/2025

Paciencia no es pasividad

Guillermo Cáez Gómez
Socio Esguerra JHR
GUILLERMO CAEZ

En el mundo del emprendimiento y la empresa, se glorifica la velocidad. Lanzar antes que el otro, escalar más rápido, tomar decisiones en tiempo récord. Pero en medio de esa prisa, confundimos movimiento con progreso y ansiedad con estrategia. En esa carrera contra el reloj, muchos empresarios e inversionistas pierden el norte, agotados no por los desafíos del mercado, sino por su incapacidad para sostener el vacío entre la siembra y la cosecha. Por eso hoy quiero recordarle algo incómodo pero esencial: la paciencia no es pasividad.

Paciencia no es sentarse a esperar que “el universo se alinee”, ni escudarse en discursos espiritualoides para evitar tomar decisiones difíciles. Paciencia no es procrastinar con justificaciones elegantes, ni evadir los problemas tras mantras de abundancia. No. La verdadera paciencia empresarial es una estrategia activa. Es saber contener, sostener y madurar una visión, incluso cuando el entorno exige inmediatez. Es seguir afinando el producto, cultivando el equipo, reforzando el propósito, mientras aún no llegan los resultados visibles.

La impaciencia, en cambio, suele disfrazarse de liderazgo cuando en realidad es miedo con corbata. Miedo a que no funcione, a perder la inversión, al juicio de los otros. Por eso muchos emprendedores se aceleran, lanzan proyectos inmaduros, toman decisiones sin análisis o queman etapas que debían haberse vivido. Y cuando el fracaso llega, lo culpan al mercado, al país, a la suerte. Pero rara vez se miran al espejo y reconocen que lo que falló no fue el modelo, sino la incapacidad de sostener el proceso sin desesperación.

Hoy, más que nunca, necesitamos líderes capaces de resistir la presión del corto plazo sin renunciar a la visión de largo plazo. Porque en esta época de métricas inmediatas, de redes sociales que celebran solo los éxitos, se ha vuelto incómodo aceptar que hay momentos donde la mejor jugada es esperar. Esperar con consciencia. Esperar mientras se refina la estrategia. Esperar sin rendirse ni anestesiarse.

La paciencia bien entendida es disciplina emocional. Es saber que no todo tiene que pasar ya, pero que todo requiere un compromiso ahora. No hay que confundirla con conformismo, ni romantizar la inacción. El que es paciente no se desconecta, se alinea. El que es paciente no suelta la visión, la honra con más foco. El que es paciente no se duerme, se entrena.

Y esta es una lección vital para el ecosistema empresarial colombiano. Necesitamos menos gurús de la inmediatez y más estrategas que entiendan los ritmos de maduración del valor. Necesitamos inversionistas que acompañen sin ansiedad, y emprendedores que no midan su éxito por la viralidad, sino por la solidez. Necesitamos recordar que el liderazgo verdadero no se define por cuán rápido se llega, sino por la capacidad de sostener lo esencial cuando nada externo parece validar el camino.

En tiempos donde todo grita velocidad, elegir la paciencia consciente es un acto revolucionario. Porque quien sabe esperar sin detenerse, termina llegando más lejos. Con menos ruido, pero con más raíz.

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