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Analistas 18/02/2014

Bogotá pierde con cara y con sello

Guillermo Cáez Gómez
Socio Deloitte Legal
GUILLERMO CAEZ
La República Más
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Está ad portas de realizarse el primer proceso de revocatoria de un mandatario en la ciudad de Bogotá, hecho histórico que dará la oportunidad a quienes no están de acuerdo con la ejecución del alcalde Gustavo Petro, de manifestar en las urnas el descontento y el rechazo a su administración. A pesar de ser un escenario democrático, hoy es perfectamente claro que la ciudad perderá tanto con cara como con sello de la misma moneda llamada revocatoria. Les diré por qué.

Con base en las actuaciones del alcalde Petro, producto de la decisión de la Procuraduría General de la Nación de destituirlo -sin que en esta columna yo la vaya a apoyar o desacreditar-, sus reacciones no son otra cosa que la antítesis de un verdadero demócrata. Como reza el dicho callejero: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. En caso de que resulte revocado, el señor Petro dirá que es un ataque de la extrema derecha y llamará a la desobediencia civil, a generar una primavera al estilo de la árabe, a crear un movimiento repleto de vías de hecho -como del que él fue miembro- y, por qué no, a otra “tutelatón” para generar un caos en el sistema judicial (que ya suficientes inconvenientes de congestión tiene como para que, usando como trinchera la democracia, se incite a este tipo de actos, reprochables en cualquier ciudadano, ya sea zurdo o diestro). En este caso, pierde Bogotá porque, sin duda, Petro no permitirá que lo desatornillen de la silla de alcalde.

En caso de que no sea revocado, pues literalmente no pasa nada: seguiremos en el Gobierno de ‘tiro la piedra y escondo la mano’, de las medidas administrativas “planificadas” pero que por extrañas circunstancias siempre terminan sin aplicarse por una u otra razón -ejemplo reciente: el pico y placa en el centro-. Perdemos porque la Bogotá Humana lo es tanto que, como errar es de humanos, entonces seguiremos dejando que la ciudad sea el conejillo de indias del alcalde del balcón, quien es un excelente señalador, pero un pésimo administrador. 

Seguiremos con una malla vial desastrosa, conclusión que queda de mi paso por la ciclovía los días domingos, una ciudad sin espacio público en los andenes: basta tan solo con ir al centro de Bogotá para darse cuenta de la carrera de obstáculos que hay que sortear para ir de una cuadra a otra. Además, con niveles de seguridad poco resaltables, sin metro, con un Sitp que poco ayuda a la movilidad y, como el Costa Concordia, hundiéndose y sin capitán a bordo. 

Pero el horizonte es aun más gris. Los anteriores son los posibles escenarios, pero ejerciendo de pulpo Paul de este proceso, vaticino que el mandato de Petro no será revocado. No lo será porque tenemos una cultura del mínimo esfuerzo por la que mientras más nos regalen, subsidien y den incentivos (en algunos casos perversos), más votamos. Señor alcalde: no en todos los casos hay que dar el pez sino enseñar a pescar, es decir, se deben generar oportunidades a los proyectos de vida de los ciudadanos. Desde luego, de esa mentalidad del camino corto es que se ha aprovechado Gustavo Petro, de convertir la “Atenas Sudamericana” en una ciudad más hundida que nunca. Nos aterramos de Venezuela pero no estamos haciendo nada para que Bogotá no sea el mismo escenario, pero a escala. Petro va encaminado a un modelo del socialismo del siglo XXI, a martirizarse de su propia negligencia, escudándose en una presunta persecución cuando su único palo en la rueda es él mismo. 

Ese dinero y tiempo que se ha malgastado en campañas por el caso de la Procuraduría, el que ahora está usando para el ‘no’ a la revocatoria, debería aprovecharlo para invertirlo en la ciudad, que tiene norte, sur, oriente y occidente. O, por qué no, hasta para tomar un curso en el Project Management Institute (PMI), a ver si cuando se quede en su cargo a punta de tanta retórica y mentiras, aprende a planificar. Su propia incompetencia es la que violó su competencia.

Esta situación que vive Bogotá solo podrá ser resuelta con la educación, la generación de verdaderas opciones de vida más allá del subsidio, sin que estos sean del todo negativos. Es importante que no traguemos entero y hagamos un ejercicio responsable del voto. Esta es una oportunidad de oro para salvar a Bogotá, que está en cuidados intensivos.

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