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Analistas 24/06/2020

¿Justicia y educación sin rostro?

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Colombia experimentó la regresiva ‘Justicia Sin Rostro’, y persiste esa corrupción: las empresas nunca dan la «cara» al cliente, y la educación se contagió durante la pandemia.

Competitividad implica asumir «competencias» tiránicas. Sociópatas, líderes y seguidores, usan máscaras y uniformes -ojalá traje- cuando hablan de ética, responsabilidad social y sostenibilidad. Cómplices de semejante disfuncionalidad, las consultoras en gestión de talento recomiendan el «anonimato», en los procesos de selección (assessment) y evaluación del desempeño (por «competencias»), para minimizar los sesgos.

El riesgo moral se gesta desde la formación infantil. Ahora, confinados, los niños interactúan con sus maestros mediante pantallas retro, cuya resolución proyecta imágenes tipo «Minecraft» y sonidos de «bot», mientras las creativas Ministra de Educación Nacional y Secretaria de Educación Distrital proponen jugar al colegio usando «mascarilla».

Como si estuvieran entrenando androides, su apuesta es que no aprendan a reconocer patrones faciales, aunque el componente no verbal predomina en la comunicación humana, según la regla de Mehrabian (1981). Peor aún, durante el «recreo recrearán» cierto «facismo» o secuestro, pues no tendrán permitido salir, compartir alimentos y jugar.

Quizás se consideran pedagogas empíricas, y se vendieron como expertas ante sus jefes, el Presidente y la Alcaldesa. Tanta ignorancia o falta de pertinencia es comparable a la de la Vicepresidenta, que menoscaba las humanidades porque sueña con un país «Lego», donde solo haya bloques y máquinas.

Su falta de empatía quizás se debe a la naturaleza de sus profesiones -economía, contaduría, finanzas, impuestos y abogacía-, donde solo aprenden a manipular las neuronas «espejo» para disputarse quién tiene la opinión «más bella» ante los barómetros, de «cara» a la siguiente elección: no la futura generación (parafraseo a Von Bismarck).

Identificarse con el sentir ajeno -así como identificar el propio-, es fundamental para desarrollar inteligencia emocional. Nuestra brutalidad en esa «competencia», además de la pobreza del PIB, detona conflictos y miseria; bono social, será la única habilidad que probablemente nunca apropiará la inteligencia artificial, y mejorará nuestra capacidad electoral, si aprendemos a distinguir ejecutivos, doctores y políticos, que mienten u ocultan verdades, como demostró la falta de transparencia, de largo plazo, en el caso de la «heroína» y la «Justicia Especial Pagando» fianza (JEP-f).

Para terminar, la alternancia no tiene sentido logístico para los padres, práctico para los maestros, ni lógico para los niños. Respecto a los grandes, los estándares de calidad de la antigua normalidad, secundaria y universitaria, eran deficientes; ahora, ¿echarán la culpa a la nueva modalidad?

Dejen de distraerse, y dediquémonos a trabajar en la reingeniería metodológica de la educación. Estudiantes, asuman autonomía: es el enciclopédico Siglo XXI, y disponen de una miríada de recursos para aprender en internet. Maestros, den la cara y construyan una relación con sus aprendices.

La Universidad de Tilburg declaró negligente al Ministro de Vivienda; haber reconocido plagio, habría sido dejar «sin piso ni techo» el corruptible sistema de acreditación. Tal como la Vice, «des-cara-do».

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