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Analistas 04/05/2022

Día del Trabajo (remoto)

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

El MinTrabajo reguló el trabajo remoto mediante el Decreto 555. En electrónica, ese guarismo identifica al chip que emite pulsos, oscila o temporiza; reflexionemos si la tecnología revolucionó la gestión o simplemente modernizó paradigmas obsoletos, como la esclavitud y el micromanagement.

El capitalismo tecnológico es intrusivo e impone pruebas; por eso adaptó al trabajo como laboratorio. Aunque sofisticó las modas gerenciales, hay pocos cambios; verbigracia, de manera contraintuitiva, muchos supervisores reproducen la absurda tradición que sacrifica a quienes intentan ofrecer buen desempeño o promover el mejoramiento continuo, para no confrontar a los que sabotean la ética, la convivencia o los procesos.

Debido a esa indulgencia, «por defecto», trabajamos para quienes demuestran negligencia, aunque aparenten disciplina y satisfacción. Ante ese injusto precedente, cedemos a la tentación de pedir más vigilancia y administración de consecuencias, pero la «microgerencia» moderna está abanderada por Apple, que traicionó la emancipación proyectada por su comercial “1984” (https://youtu.be/YYfgj5HuLjo), Microsoft con su troyano AI Productivity Score, y otros agentes de contrainteligencia artificial que espían o rastrean nuestras labores, caso Hubstaff: sólo falta que algún «android» azote, ¿verdad?

Supuestamente, “a los proletarios les conceden libertad porque no tienen intelecto” (1984, Orwell); sin embargo, la «realidad aumentada» es que la educación instrumental y la gestión retroprogresiva siguen estando sometidas al seguimiento de indicadores improductivos o calculados por algoritmos que presionan para lograr más de lo mismo.

Para el diseño y la valoración de cargos, las consultoras de recursos humanos tampoco auditan el sentido, el valor agregado y los defectos (trade-off) de cada trabajo; ignoran la pertinencia, diferenciación e integración de su aporte, y hacen apología del vacío existencial, el déficit estructural y la inequidad social, mientras persisten el burnout, la sobrecarga laboral, el retrabajo y los choques entre los equipos, porque los procesos operan como juegos de suma cero.

Tratándonos como sospechosos, la microgerencia asistida por microprocesadores apelará a la persecución y el condicionamiento, pues reconoce nuestros «patrones» de pensamiento y comportamiento como cuellos de botella para esa evolución socioeconómica que, desnaturalizada y automatizada, degradó la empleabilidad, la productividad (Paradoja de Solow) y la salud mental: aquel estado de bienestar donde cada individuo es funcional, desarrolla capacidades y contribuye a su comunidad (OMS).

Por ahora, seguiremos gobernados por sesgos y cajas negras, pues la tiranía moderna carece de lo mismo que la antigua: humanismo, empatía, cooperación, solidaridad, equidad e inteligencia ética. Como evidencia, Tesla implementó en China un “circuito cerrado”, para que sus empleados vivieran en el trabajo durante los confinamientos por coronavirus.

Recomiendo ‘La Sociedad de la Transparencia’ (Byung-Chul Han); ilusión de control, la tecnología elige de qué lado cae su moneda: la cara de la opresión (1984) o el sello hedonista de ‘Un Mundo Feliz’ (Huxley). Ahora, durante la pandemia «nini», ¿hay motivos para celebrar el Día del Trabajo a quienes ni remotamente tendrán contrato social?

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