MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En el ‘milagro del río Han’, Corea del Sur pasó de ser uno de los países más pobres del mundo, traumatizado por la guerra y la amenaza permanente en la frontera, a posicionarse como una potencia mundial. Pensemos en marcas como Samsung, LG y Hyundai y en líderes sectoriales de la talla del astillero Dsme como símbolos de su capacidad económica.
La transformación partió de unas reformas agresivas ancladas en la educación, la tierra y la promoción estratégica de la libre empresa, especialmente desde los conglomerados conocidos como chaebols. Su obsesión fue erradicar la pobreza, así esto implicara poner a todos a hacer sacrificios para un mejor futuro en los años 60. Un ejemplo maravilloso aparece con el famoso “movimiento de las nuevas aldeas” o Saemaul Undong, que creó un proceso meritocrático para desarrollar el campo.
Sucede que cada una de 34.000 aldeas recibió 300 bultos de cemento y una tonelada de barras de acero. Luego revisaron cuáles habían progresado. Las casi 18.000 aldeas exitosas recibieron otros 500 bultos de cemento, mientras que las fracasadas no recibieron apoyo. Pero un tercio de estas salió adelante aún sin ayuda, como lo documenta Jwa Sung Hee.
En su proceso de transformación, así como lo vive un emprendimiento, tuvo muchos tropiezos y grandes “expertos” diciendo que no lograrían sus planes. Con un PIB que decrecía a 5,5% en el 98 y una deuda enorme con el FMI, Corea convenció (en vez de forzar) a su población para donar oro masivamente. Lograron llegar a 220 toneladas, (ca. 60 gramos por hogar) ayudando al país a saldar la deuda tres años antes del plazo.
Con el tiempo, Corea dejó de recibir ayudas y empezó a otorgarlas, volviéndose un hub de tecnología, cultura pop y calidad institucional. Si bien es cierto que sacrificaron muchas libertades entre los años 40 y 60, no coartaron la creatividad ni el espíritu de libre empresa, no permitieron el auge de mentiras demagógicas e invirtieron con una visión de largo plazo. En vez de subsidiar a todo el mundo, construyeron una meritocracia e hicieron reformas agrarias que llevaron al fortalecimiento de unidades de emprendedores, desde el campo hasta las ciudades.
También promovieron el libre comercio y la innovación estatal, así muchos imaginen a Corea como un país inflexible. Todo lo contrario, parece que países ahogados en el legalismo y sujetos a los vaivenes de la demagogia, como Colombia y Perú, son más psicorrígidos gracias a las camisas de fuerza que nos hemos forjado para complacer idealismos imposibles. Así no podamos copiar y pegar la receta del milagro del río Han, nos demuestra que tenemos reformas urgentes que nunca deben coartar el espíritu creativo de la libre empresa.