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Analistas 29/09/2022

Alardeos temerarios

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Hace una semana Putin anunció la celebración de referéndums de autodeterminación en las zonas de Ucrania ocupadas por Rusia. La estrategia -tal como sucedió con Crimea en 2014- es invadir y anexar vía instrumentalización del derecho internacional.

No obstante, independientemente del resultado que arroje la consulta, cabe preguntarse si existe un pueblo en Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia al que se le pueda consultar. Parte de la población fue desplazada por la guerra y los que se mantuvieron o se movilizaron a estas regiones son pro rusos. La autodeterminación es la capacidad de un pueblo para decidir sobre su identidad y futuro, definiendo por ellos mismos quiénes son y quiénes desean ser, sin la injerencia o control de nadie.

La primera gran lección de esta guerra, que por cierto nadie pensó que llegaría, es que la posibilidad de ganar a punta de alardeos no existe. Rusia blofeaba por un lado y la Otan por el otro, con lo que calificaban como de legítimos intereses. Moscú pretendía la neutralidad de Kiev para que se abstuviera de entrar a la Organización Atlántica y los países de esta organización defendían la soberanía de Ucrania para decidir si se sumaba o no.

Hoy en el horizonte cercano no hay posibilidad de que Ucrania integre la Otan, sin embargo, Finlandia y Suecia -con ocasión de la guerra- anuncian que sí lo serán. Así, Rusia aleja de su frontera occidental un país de la Organización Atlántica de defensa, pero se le aproxima por su frontera norte.

El alardeo de estos días consiste en que los miembros de la Alianza Atlántica no reconocerán la anexión de regiones de Ucrania a Rusia, mientras que Moscú, advierte que cualquier agresión contra los territorios anexados se considerará como un ataque a territorio ruso que desencadenará una respuesta.

En la escalada, los países occidentales se plantean enviar armas de largo alcance a Ucrania y Putin advirtió -de manera inequívoca- que no está bromeando, toda vez que cualquier intento de debilitar o derrotar a Rusia podría provocar un cataclismo nuclear.

Este juego de suma cero, lleva a Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza Atlántica, a aseverar que Rusia sabe que habrá “graves consecuencias” si emplea armas nucleares en Ucrania y a los países de la Unión Europea a tomarse en serio las amenazas de Putin. Se está entrando en una imprudente y peligrosa retórica en la que, sin que se den detalles de cómo reaccionarán unos y otros, la probabilidad de uso de armas nucleares es más latente de lo que se vivía en el contexto de la guerra fría.

Blofear implica siempre riesgos, como en el póker puede ser una oportunidad de ganar sin mostrar las cartas, sin embargo ¿hasta cuándo puede sostenerse el juego? Por el lado ruso ¿convocar a unos 300.000 reservistas para mantener un frente de casi mil kilómetros será suficiente? ¿Los países occidentales pueden sostener su intenso apoyo militar y logístico a Ucrania sin tropas de la Otan sobre el terreno? ¿La inflación y el desmesurado aumento de los costos energéticos no dividirá a los europeos? Si todo lo anterior no permite ganar la partida ¿la confrontación nuclear es una opción?

Mejor que el póker, el ajedrez que con la opción de “tablas” da una salida a la suma cero. Claro, pero para llegar a estas hay que negociar un acuerdo. Por el bien de todos, más diplomacia y menos alardeos.

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