.
Analistas 19/06/2025

¿Y qué sigue después de la marcha?

César Mauricio Rodríguez Zárate
Teniente coronel (RP) PhD. Research Associate Leiden University

Colombia marchó para exigir respeto por la estructura institucional, el sistema democrático, la Constitución y la ley. Lo hizo sin arengas incendiarias, sin llevar buses, chivas o imponiendo paros. Miles de colombianos salieron a las calles, vestidos de blanco, portando banderas con símbolos patrios y mensajes que no insultaban, sino que pedían. Pedían respeto por las garantías a los derechos y libertades públicas, por la seguridad y protección frente a los violentos de palabra y de hecho.

Con más de 150.000 personas en Bogotá, Medellín, varias capitales y en el exterior, fue tal vez una de las manifestaciones históricas más grandes de país, apenas comparable con la marcha “No más Farc” del 4 de febrero de 2008, que congregó más de un millón de participantes. Su naturaleza la distingue de las violentas protestas del mal llamado “estallido social”: fue una marcha sin odio, sin destrucción, saqueos, ni incendios, sin vandalismo ni polarización.

Su simbolismo recuerda a las vigilias de Polonia bajo el régimen comunista, cuando Karol Wojtyła antes de ser nombrado como el Papa Juan Pablo II en 1978, lideraba procesiones sin palabras, que enmudecían el poder frente a la injusticia y encendían la esperanza. Colombia dio una lección de civilidad, que sólo incomoda a quienes desprecian el orden y la libertad.

Los marchantes no se manifestaron en contra de personas, no ofendieron ni señalaron. Exigieron respeto. Por la Constitución, por la independencia de poderes, por el orden fiscal y la democracia. Sin decirlo y en silencio, marcharon contra el decretazo que pretende imponer una consulta popular, la suspensión de la regla fiscal, la imposición de otra carga tributaria para el empresariado, que también recae con impuestos al empleado y en contra del desmonte paulatino de los contrapesos institucionales.

Fue la demostración de que la ciudadanía está viva, pero no es suficiente. Asoman más impuestos vía nueva tributaria, una reforma laboral sin diálogo con los empresarios y anuncios peligrosos de una asamblea constituyente de “iniciativa popular”… rimbombantes nombres jurídicos que obran como distractores de la opinión y justificantes arbitrarios para imponer ideologías so pretexto de cambiar el orden institucional.

Bien lo señaló el reconocido exmagistrado y presidente de la Corte Constitucional, Manuel José Cepeda. Las medidas que está presentando el gobierno hacen que se autoproclame como juez del Congreso. Al momento de imponer el decretazo de la consulta popular, decidió inaplicar y desconocer las decisiones del Congreso, es decir, volverse en su juez. Sienta el punto de partida para en adelante, desacatar cualquier ley, base sobre la que funciona y se regula cualquier sociedad.

A las Fuerzas Armadas, con espontáneas expresiones de cariño y fe en ellos, el mensaje fue claro: el respaldo y la confianza del pueblo se mantiene. A la justicia, se le recordó que su deber es con la ley y el bien común. A las cortes que no se pueden quedar inermes. Que en estos momentos de la historia, es urgente e indispensable, decisiones y posturas jurídicas y políticas de peso, que sienten un serio precedente para quien quiera pasarse sobre las instituciones. Que son el freno democrático para conservar el país. Y al Congreso se le dijo que no se puede dejar presionar o chantajear, que no puede ser notario de los caprichos del Ejecutivo. Que la legitimidad no se hereda ni se impone, sino que se construye.

La marcha del 15 de junio no resolverá los problemas estructurales del país, pero sembró algo más poderoso: conciencia. Y donde hay conciencia, hay responsabilidad y donde hay responsabilidad, hay futuro, hay país. El verdadero peligro para una nación no es la crítica al poder, sino el silencio cómplice mientras se destruye la democracia desde adentro, lo que nos ha costado años de trabajo, nuestra nación, la tierra de nuestros antepasados, nuestro patrimonio, el futuro y el país que heredarán nuestros hijos.

Por eso, como describiera el profeta Elías en el siglo IX A.C. en medio del desierto, “vino un fuerte viento… pero el Señor no estaba en el viento. Luego un terremoto… pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego fuego… pero el Señor no estaba en el fuego. Y después del fuego, vino un susurro apacible”. En ese susurro habló Dios y fue la voz de la esperanza. Así habló Colombia, así trabajamos los hijos de esta tierra, con fe y esperanza.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA

MÁS DE ANALISTAS

ÚLTIMO ANÁLISIS 02/12/2025

Fútbol y economía, Zubeldizar y Boterizar

En la última década se aceptó gastar muy por encima de las posibilidades, y se duplicó la deuda pública hasta poner en riesgo la sostenibilidad fiscal y económica de Colombia. Necesitamos retomar el camino

ÚLTIMO ANÁLISIS 04/12/2025

La vara del mínimo

La tarea es encontrar un punto medio entre un aumento de los ingresos y evitar excluir a más personas de la informalidad, además de los efectos inflacionarios

ÚLTIMO ANÁLISIS 03/12/2025

Oportunidad vs oportunismo climático

La oportunidad de construir una agenda adaptiva capaz de articular la elusiva bioeconomía con el reemplazo del petróleo pasa por una agenda de innovación