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Analistas 27/05/2023

Transición no es disrupción

Carolina Rojas Gómez
Executive Master of Management in Energy Norwegian Business School

Hay una cita que uso mucho, la cual por cierto leí se la atribuyen erróneamente a Charles Darwin, “no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde a los cambios”. Me gusta porque en una vida en donde lo único cierto es el cambio, adaptabilidad es probablemente una de las lecciones más valiosas que podemos aprender.

En general los cambios pueden venir en diferentes presentaciones, hay cortes abruptos con lo conocido, saltos al vacío que pueden salir bien o mal y cambios planeados que permiten periodos de ajuste, de transición. El cambio es binario, o tiene una consecuencia negativa o positiva, y la mayoría de las veces viene acompañado de incertidumbre, confusión y miedo.

En el caso de la transición energética, esta no es un fin en sí misma, es un camino que la humanidad debe transitar para cambiar la forma en la cual va a recibir su energía, y en este caso, por la complejidad del sistema y las consecuencias que puede tener el ejecutarla mal, las sociedades deben prepararse y los gobiernos planearla y gestionarla.

Y es que ha sido con el desarrollo progresivo de la energía moderna que se ha logrado, en gran parte, superar el hambre, la pobreza y la miseria. Por eso es importante asegurarnos que la mayor cantidad de personas tengan acceso a esta energía, ojalá todos, para así continuar con esta tendencia. No en vano el objetivo número siete (7) de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es Energía Asequible y no Contaminante. La verdad es que si se analiza, la mayoría de los ODS tienen una estrecha relación con energía. Es así que el acceso universal a la energía moderna es fundamental para el buen funcionamiento de nuestra sociedad.

Un cambio abrupto en el sistema energético puede tener entonces consecuencias nefastas en el desarrollo social de los países y en la generación de bienestar. Como su nombre lo indica, este cambio requiere una transición y no debe pensarse esta como una disrupción; entendiendo por disrupción el fin súbito de algo.

En este sentido, gestionar la transición significa trabajar en un ajuste mutuo, que todos los actores involucrados se adapten a lo nuevo, evitando al máximo traumatismos en el proceso. Este es el caso de los empleados de la industria de hidrocarburos y carbón, de las regiones productoras, y de la sociedad misma acostumbrada a un status quo energético.

La invitación es a pensar en la combinación de unos mecanismos de adaptación al cambio con la capacidad de dar forma a este y que el proceso de pasar de A a B, se preocupe por buscar objetivos positivos que redunden en un beneficio colectivo. Es decir, una transición justa para todos.

Para esto se requiere un espíritu de co-creación, pues no serán los gobiernos los que van a construir un mundo mejor, ni las empresas van por sí solas a cambiar la sociedad, tampoco sola podrá la sociedad civil. Se requerirá de un esfuerzo conjunto en donde todas las partes aporten a una creación de consensos.

El cambio en el sistema energético debe comenzar por establecer la agenda, describir la visión y los objetivos en una política que cuide el balance entre seguridad energética, acceso, y sostenibilidad del medio ambiente, y en el caso de Colombia, debe construirse con los sectores económicos, las regiones y los trabajadores que estarán en el centro de la transición.

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