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Analistas 24/05/2025

Presupuesto electoral, deuda para todos

Carlos David Alape Gamez
Economista y candidato a magíster en Economía Aplicada Universidad de los Andes

Colombia cerrará 2025 con un déficit fiscal estimado de 7,1% del PIB, según confirmó el ministro de Hacienda, Germán Ávila. Esta cifra supera 6,7% registrado en 2024 y está muy por encima de 5,1% proyectado inicialmente en el Plan Financiero. No es una sorpresa, sino la confirmación de un deterioro fiscal sostenido, producto de ingresos sobreestimados, gastos subvalorados y una gestión cada vez más desconectada de la realidad, en otras palabras, como lo diría Gabriel García Márquez era la crónica de una muerte anunciada.

La caída en el ingreso proyectado es significativa: de $327,9 billones a $307,4 billones, una diferencia de $20 billones. A la par, el gasto total aumentará de $419 billones a $434 billones, impulsado por un crecimiento de 9% en el gasto primario y de 14% en los intereses de la deuda, que alcanzarán $84,8 billones. El desbalance neto se traduce en un déficit de $126,6 billones, frente a los $90,8 billones calculados en febrero. Lo alarmante es que, pese a este panorama, desde el gobierno se insiste en que “todo marcha dentro de lo previsto”.

La situación es aún más crítica si se observa el contexto internacional. El FMI ya condicionó la permanencia de Colombia en la Línea de Crédito Flexible a la presentación, antes de abril de 2025, de un plan fiscal creíble. La confianza se erosiona y los mercados empiezan a tomar nota, Moody’s ya empezó.

Como advierte el economista Jorge Sáenz, el anteproyecto de presupuesto para 2026 solo profundiza esta deriva. Con un gasto total proyectado en $521,2 billones, más de 22% se destinaría al servicio de la deuda, mientras la inversión pública caería a $72,9 billones. No se está corrigiendo el rumbo, sino reafirmando una senda de gasto expansivo sin respaldo real. En año electoral, esto se vuelve aún más preocupante: el riesgo de que el presupuesto sea usado con fines clientelistas es alto y se traduzca en más deuda para todos.

¿Qué hacer ante este panorama? La primera medida urgente debe ser la adopción de un presupuesto de caja: solo gastar lo que efectivamente se recaude. Esta disciplina permitiría evitar el uso electoral de los recursos, contener el déficit y enviar una señal clara de responsabilidad fiscal. Países como Brasil y Ecuador han aplicado esta fórmula con éxito para evitar el colapso.

Pero no basta con una contención coyuntural. Se requiere una reforma estructural del gasto que elimine rigideces, mejore la eficiencia y priorice lo esencial. Hoy, buena parte del presupuesto es inflexible, lo que impide responder con agilidad a las necesidades reales del país. También es urgente replantear el sistema tributario, que hoy se percibe como uno de los más hostiles del mundo. La complejidad, la carga desproporcionada y la baja legitimidad del sistema fiscal colombiano desalientan la inversión y minan la confianza ciudadana.

Colombia no puede seguir administrando su economía sobre la base de estimaciones optimistas y promesas sin respaldo. El déficit fiscal no es solo un problema técnico, es una amenaza a la estabilidad económica y social del país. Presupuesto de caja, eficiencia del gasto y una reforma tributaria legítima no son lujos, son condiciones mínimas para recuperar la sostenibilidad fiscal y evitar una crisis anunciada. El tiempo para actuar es ahora.

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