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Durante años se anunció la “muerte de las cookies” -pequeños archivos que se instalan en el navegador de los usuarios para registrar su actividad en línea-, y con ella, el inicio de una nueva era para la privacidad digital que nacería en el contexto publicitario.
Pero hace pocas semanas, el actor dominante del ecosistema publicitario global, retrocedió en su postura. En un giro inesperado, Google confirmó que no eliminará el soporte a cookies de terceros en su navegador este año, aplazando -otra vez- su cruzada por un entorno de privacidad más definido.
La noticia ha generado revuelo, pero también una reflexión importante: ¿se seguirá esperando a que los gigantes de tecnología definan las reglas, o se empezaran a construir estrategias de datos propias y sostenibles, sin depender siempre de terceros?
Ahí es donde entra en escena el Zero-Party Data: la información que un consumidor comparte voluntariamente con una marca -sus preferencias, intenciones de compra, intereses, expectativas- sin necesidad de rastreos ocultos ni inferencias automatizadas. A diferencia del first-party data, que se recolecta a partir del comportamiento (navegación, clics, compras), el zero- party data parte de un contrato explícito de confianza: la marca pregunta, el usuario responde.
Simple, pero poderoso.
En tiempos donde las decisiones políticas y técnicas pueden cambiar de rumbo en cuestión de días, el zero-party data ofrece una ventaja estructural: no depende de cookies, ni de ID móviles, ni de algoritmos de terceros. Depende de los consumidores, y de la relación con las marcas.
Por eso, más allá del asunto normativo, las marcas que inviertan en construir bases de datos propias -enriquecidas, declaradas y consensuadas- serán las que logren una independencia real. Anunciantes como L’Oreal, Sephora e incluso bancos globales ya están implementando mecanismos de recolección proactiva de datos voluntarios: interrogatorios, centros de preferencias, registros inteligentes. Lo hacen porque entienden que en el marketing contemporáneo, no ganará quien más cookies tenga, sino quien más confianza genere.
¿Significa esto que el zero-party data reemplazará todas las demás estrategias de perfilamiento y segmentación? No, para nada. Pero sí se convertirá en una capa de datos más valiosa para activar campañas hiperpersonalizadas, mejorar la experiencia del usuario y cumplir con regulaciones cada vez más exigentes. (Gdpr, Ccpa).
En América Latina, el reto es doble: abandonar la dependencia de audiencias prestadas (por Google, Meta o Amazon), y construir ecosistemas propios de datos útiles y legítimos. Puede ser hora de dejar de perseguir al usuario, y empezar a conversar con él. Porque al final, el dato más potente no debería ser el que conseguimos por medio del rastreo, sino el que el usuario elige darnos.
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