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Analistas 21/03/2019

La intolerancia de los tolerantes

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Colombia es un país dividido en dos y dada las diferencias irreconciliables, es casi imposible que este matrimonio se salve. Un país que en el pasado de manera unida había enfrentado todo tipo de amenazas narcoterroristas y geopolíticas, en la actualidad se encuentra polarizado gracias a la paz. Lo más triste es quienes se consideran los defensores de la paz, son los primeros en no aceptar cambio alguno a los acuerdos de La Habana a pesar de haber perdido dos elecciones seguidas.

Deberían escuchar el clamor de la mayoría de colombianos, alcanzar una paz pero bien hecha.

Desde el famoso plebiscito, las partes no han podido conciliar sus diferencias. Esto volvió a relucir la semana pasada con la decisión del presidente Duque de presentar objeciones a la Ley Estatutaria de la JEP. Rápidamente algunos líderes de opinión graduaron a Juanita Goebertus de vocera de la oposición y generaron un Armagedón político que al igual que en la campaña del Sí y del No, pronosticaron el comienzo del Apocalipsis.

Desempolvaron del closet a sus grandes juristas, a los negociadores y algunas figuras de izquierda internacional, quienes arremetieron contra el Presidente y lo acusaron de haber prevaricado, convirtiéndolo inmediatamente en el gran enemigo de la paz. Sacaron sus cifras de cómo el conflicto armado había terminado, los delitos de lesa humanidad habían desaparecido, y la Suiza suramericana peligraba, gracias al interés de unos pocos guerreristas anquilosados en regresar al pasado.

La verdad es que a pesar de los grandes logros que hay que reconocerle al acuerdo de paz en materia de disminución de algunos delitos, Colombia todavía es un país en riesgo, inundado en coca, con desplazamiento de poblaciones, y donde la JEP no ha podido ganar legitimidad para avanzar en la judicialización de los responsables de delitos de lesa humanidad. El gran problema de los defensores de la paz es que no han podido aceptar que ellos pusieron el primer ladrillo, pero aún falta mucho por construir.

Es indispensable que los grupos de oposición se sienten en la mesa con el nuevo gobierno y logren un acuerdo que respete los principios fundamentales del acuerdo de La Habana, el cual no es otro que velar porque las víctimas reciban un mínimo de justicia, verdad y reparación, y sus victimarios reciban un mínimo de castigo, muestren un poco de arrepentimiento y se comprometan a la no repetición. Así la mayoría de los colombianos podremos pasar la página y concentrarnos en lo importante, construir país, generar desarrollo y oportunidades de empleo, y mejorar la calidad de vida de las poblaciones menos favorecidas para que realmente logremos alcanzar la paz.

La pregunta que una buena parte de colombianos nos hacemos es por qué a los pacifistas les fue tan fácil llegar a un acuerdo con secuestradores, asesinos, violadores de menores de edad, narcotraficantes, terroristas, depredadores ambientales y sembradores de minas antipersonas, entre otros, pero les es imposible llegar a acuerdos con un gobierno que representa a la mayoría de colombianos que no piensa como ellos y que exige cambios en la implementación de los acuerdos.

Tienen que entender que no vivimos en la dictadura de las minorías.

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