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Los que hemos seguido de cerca el deterioro de Venezuela a manos del yugo del Socialismo del Siglo XXI, quisiéramos ver a Maduro salir vestido de traje naranja en un avión de la CIA camino a una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos. Y aunque todos los anuncios que hace Mr. Trump hacen pensar que estamos próximos a una operación que llevaría a un cambio de régimen en ese país, la verdad es que para Colombia el ‘timing’ no puede ser peor. Para Petro, un operativo militar en el vecino país ad-portas de un proceso electoral es la excusa perfecta para movilizar tropas en la frontera, invocar un estado de excepción que le permita suspender elecciones y encontrar el apoyo popular que le permita perpetuarse en el poder.
Cuando se dio el primer impasse entre los dos países en enero de este año por la negación de Petro de recibir a los migrantes ilegales provenientes de ese país, advertí que los Estados Unidos debía reaccionar con cabeza fría para no caer en la trampa. Para Trump, el tema de la guerra contra las drogas y la inmigración ilegal son dos pilares de su segundo mandato. Lo que empezó como una estrategia contra el Tren de Aragua y otras bandas criminales en territorio americano, rápidamente se convirtió en una guerra frontal contra los carteles de narcotráfico en todo el hemisferio sur. La narrativa del gobierno gringo paso rápidamente de enfocarse en Maduro y el Cartel de los Soles a señalar a Colombia y a Petro como una amenaza para la seguridad nacional de ese país. Nuestro presidente-guerrillero pensó que su chistecito con el megáfono en las calles de Nueva York iba a pasar desapercibido.
Petro ha buscado todas las formas de encontrar un enemigo que le permita promover un autogolpe, al estilo Chávez. Empezó con los empresarios y estos sabiamente no picaron el anzuelo. Ha tratado de acabar con la industria minero-energética, la salud, los fondos de pensiones, las empresas de servicios públicos domiciliarios, los grupos económicos y las MiPymes, por mencionar algunas, y los gremios y líderes empresariales han actuado con mesura. Ha perseguido a Uribe y a otros miembros de la oposición, y estos han evitado la confrontación. Hizo lo mismo con las Cortes, los militares y otros representantes de la institucionalidad colombiana, pero estos han sabido responder para evitar un choque de trenes que justifique su irracionalidad.
Como no encontró enemigo interno, trató de inmiscuirse en el conflicto entre Israel y Hamas defendiendo la causa palestina, pero le salió el tiro por la culata. Se firmó el Acuerdo de Egipto y Petro fue el gran ausente de la foto. Ahora trata de meter su nariz en Venezuela defendiendo a Maduro, pero como dice el adagio popular, fue por lana y salió trasquilado. No solo le quitaron la visa, lo incluyeron a él y a su familia en la lista Clinton y lo catalogaron como líder de la banda, sino que ahora Trump amenaza con bombardear los laboratorios de producción de coca en Colombia, dejando a nuestro narcopresidente con poco campo de maniobra diplomática para salir inerme de este embate. Y todo por sapo.
Trump quiere estar seguro de que un operativo militar en ese país sea rápido y exitoso y no afecte la estabilidad en la región. Él ha demostrado que es un presidente transaccional y está dispuesto a negociar, pero Petro tiene poco que ofrecerle. En cambio, para nuestro Pichón de Dictador sería el papayazo perfecto.
Este gobierno, aun con buenas intenciones, ha insistido en cambiar la regulación, exigir tarifas justas y acelerar la transición energética. Pero por no saber cómo hacerlo
Los que consideran que fue un error de María Claudia Lacouture invitar a Cepeda a una conversación con empresarios se equivocan. El propio expresidente Uribe se sentó con el presidente Gustavo Petro a tomar un café
Que los colombianos nos queramos quedar en Colombia, para vivir bien y mejor. Hacerlo en grande no se logra ni con deseos ni con fortuna, se logra queriendo y haciendo