OpenAI, Critterz y la realidad detrás de la IA en las empresas

OpenAI respalda con su tecnología a Critterz, un largometraje animado impulsado en gran parte por inteligencia artificial. La propuesta rompe esquemas: producir en nueve meses lo que normalmente exige tres años, con un presupuesto inferior a US$30 millones y la ambición de estrenarse en Cannes 2026. No es un demo experimental de segundos, sino una película completa con voces humanas, artistas que aportan los bocetos iniciales y un guión desarrollado por profesionales. La IA no reemplaza la creatividad, pero sí acelera procesos y redefine dinámicas.

A primera vista, parece la demostración perfecta del potencial de la tecnología: rapidez, ahorro y alcance global. Sin embargo, un reciente estudio del MIT introduce una dosis de realidad. El informe señala que 95% de los pilotos de IA generativa en empresas no logra resultados medibles en ingresos o productividad. Es decir, mientras el discurso público habla de disrupción, la mayoría de organizaciones aún no consigue traducir la innovación en impacto tangible.

Lo veo reflejado en mi experiencia profesional. En consultorías con marcas y empresas, a menudo surge el entusiasmo por “hacer algo con IA”. Pero cuando pregunto qué problema específico se quiere resolver o qué indicador se espera mejorar, la conversación se detiene. La herramienta existe, la intención también, pero falta un diseño estratégico que convierta la idea en resultados. Esa distancia entre la promesa y la ejecución es la que explica por qué tantos proyectos terminan quedándose en pruebas inconclusas.

El MIT destaca que los casos exitosos suelen enfocarse en retos concretos, con métricas definidas y una integración real en la operación del negocio. Muchas veces se apoyan en socios especializados y priorizan áreas donde los beneficios son inmediatos, como automatización de procesos internos o análisis de datos. En estos entornos, la IA deja de ser un experimento y empieza a generar valor real.

En ese sentido, Critterz funciona como metáfora. Más allá de la hazaña técnica, el verdadero desafío será sostener la calidad de la narrativa durante 90 minutos, gestionar derechos de autor, coordinar al talento humano que alimenta a la IA y cumplir con los estándares de distribución internacional. No basta con producir más rápido y barato; la clave está en hacerlo con consistencia, gobernanza y visión de largo plazo. Y este es el mismo obstáculo que enfrentan hoy las empresas cuando incorporan IA en sus áreas de marketing, comunicación o formación.

Para todas las industrias, la oportunidad es evidente: crear contenidos de marca y experiencias educativas con costos y tiempos antes impensables. Pero también hay riesgos. Invertir sin un propósito definido o sin indicadores claros solo contribuye a engrosar la estadística de pilotos fallidos. Lo que necesitamos es combinar talento humano, objetivos empresariales y disciplina en la ejecución para transformar el potencial en resultados sostenibles.

Critterz marcará un precedente, ya sea por su éxito o por sus limitaciones. Si logra convencer a la crítica y al público, mostrará lo que ocurre cuando la tecnología se articula con creatividad y propósito. Si tropieza, recordará que la velocidad y el bajo presupuesto no garantizan impacto. Para los líderes empresariales, la enseñanza es evidente: la inteligencia artificial no transforma por sí sola, lo hace cuando se integra de forma estratégica, se mide con rigor y se gestiona con liderazgo.

El futuro del trabajo creativo no está en elegir entre máquina o humano. Está en la capacidad de ambos de complementarse para generar valor real, medible y sostenible.