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La inteligencia emocional es la capacidad para sentir, entender y aplicar aquel cúmulo de emociones autogestionadas, y si aprendemos a usarla los beneficios aparecen.
Según Abarca, está comprobado científicamente que cuando las emociones se desbordan el cerebro se pone a la defensiva, obstaculizando capacidades como la memoria.
El poder determinar con claridad cuáles son nuestros sentimientos también contribuye a que los estados de ánimos negativos puedan ser controlados y evitados con mayor facilidad.
Hay que tener cuidado también en que el control de las emociones no se salga de control y se llegue a un extremo de represión. Esto podría dañar su pensamiento y la socialización con el resto del mundo.
“El prestar atención a los sentimientos ayuda a ahorrar tiempo, permite aprovechar oportunidades y concentra la energía en la consecución de mejores resultados”, explica Abarca.
El control de las emociones es vital en gente que lidera grupos pues lo que hagan se reflejará en sus colaboradores. Muchas de las personas con autocontrol desde su niñez, han tenido éxito en sus vidas adultos, lo cual relacionaría esta habilidad con una mayor capacidad intelectual.
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