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Analistas 26/04/2015

El otro Gabo

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA
La República Más
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Leí ‘Cien años de soledad’ de niña y me pareció un cuento fantástico, sin ninguna conexión con la realidad. Volví a leer el libro de adolescente y me pareció totalmente diferente, mucho más real, porque a medida que se crece descubres la complejidad como una parte de nuestra esencia. Después de conocer Colombia, volví a releer la novela y fue una nueva sorpresa. Me ayudó a entender el país y a su vez Colombia me ayudó a entender mejor esa fantástica obra. Y entre medio, sus otros libros, cada uno de ellos una nueva sorpresa.

Mi segunda aproximación fue de la mano de mi amiga Fina Castro, a la que conocí como agregada cultural de la embajada de Colombia en el Perú, y que después regresó a su tierra natal, Valledupar, para crear un hotel, Casa Rosalía, y además convertirse en madre generosa por la vía de la adopción. Fina me habló del personaje en su perfil más cercano, desde la amistad.

Y en los últimos días, he redescubierto a Gabo a través de Fernando Carrillo, embajador de Colombia en España. Carrillo es una persona que me impresiona por su coherencia, su obsesión en la defensa de  la democracia y la ley, convencido de que nos hacen mejores y su increíble capacidad de trabajo. Desde luego, Colombia no es lo mismo para España desde que él está aquí. Nos ha acercado a diferentes ciudades colombianas con sus visitas, al mundo empresarial, a la cultura… Nos ha hecho ver que lo sorprendente no es que Colombia haya dado al mundo artistas como Botero o escritores y periodistas de la talla de Gabo, sino que existan tantos otros creadores de excelente nivel. Sin ir más lejos, en el ámbito de la plástica, donde Colombia ha dejado este año una huella especial en ARCO. Este evento, además, ha contado con la presencia del presidente Santos, en una visita a España que, junto a la del mexicano Peña Nieto, ha sido de las que ha que movilizado a todo el país.

 Pues bien, Carrillo acaba de publicar un artículo en el diario El País sobre el otro Gabo, “Escritor y constituyente”, en que resalta la faceta del escritor como ciudadano comprometido, implicado en la construcción de vías de futuro para su país. Rememora el nunca bien contado rol de Gabo en la Constitución de Colombia de 1991 y señala que el Nobel de Literatura de 1982 participó en el proceso constituyente más participativo de la reciente historia con el mismo compromiso con el que abogó por tender puentes de diálogo que pusieran fin al largo conflicto civil iniciado en los años 60 del siglo XX y que parece acercarse hoy a su fin con el proceso de paz. 

Desde su propia experiencia personal como impulsor de la séptima papeleta, desde el movimiento estudiantil que desencadenó el proceso constituyente de 1991, Fernando Carrillo nos presenta al Gabo abanderado del respeto a derechos y libertades, al preocupado por el imperio de la ley y la vigencia del Estado democrático, al defensor de los derechos humanos. Al hombre que se implicó y que estuvo cerca de liderar la lista del Movimiento Estudiantil, ofreciendo el simbolismo integrador de su figura para respaldar la llegada de nuevos aires.

Recuerda Carrillo que, en un momento en el que Colombia experimentaba cambios tras un momento oscuro, Gabo fue protagonista activo: se interesó por el proyecto constitucional y realizó propuestas de artículos que fueron más allá de cuestiones de gramática para entrar en normas que generaran un texto útil. Porque a diferencia de otros escritores de calidad, Gabo fue un cronista realista, alguien comprometido con la causa de los débiles y con un enorme sentido de la dignidad nacional.

Al cumplirse el primer año de su muerte, al recuerdo vivo de su obra literaria y periodística se une el de su propuesta de un texto para la Constitución, que finalmente no fue aprobado, pero de pleno vigor hoy: la paz como condición esencial de todo derecho y deber irrenunciable. Somos muchos los que desearíamos que el maestro pudiera estar aquí para aportar su sabiduría en la vía hacia la paz por el que transita Colombia. Recordando que el maestro tituló su discurso al aceptar el Nobel “La soledad de América Latina”, quiero decir que hoy, afortunadamente, ni la región ni Colombia están solas.

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