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La pobreza está asociada al desempleo y si el Gobierno y las empresas no se concentran en generar trabajos formales toda lucha será perdida.
Una disminución de la pobreza siempre merece todo el reconocimiento público, más allá de elogiar la efectividad de las acciones oficiales, pues es claro que unos datos favorables tienen sustento en medidas estructurales que se consolidan a través del tiempo y solo en esos términos puede hacerse una evaluación seria y profunda de los resultados. Las importantes acciones efectistas de corto plazo como los subsidios deben ser parte de la política social que debe tener continuidad y coherencia en las áreas de mejoramiento básico como la educación, la salud, la vivienda y los servicios públicos, entre otras.
Desde hace ya varios lustros, Colombia ha dedicado esfuerzos importantes para erradicar la pobreza e indigencia y sin duda los resultados han sido favorables: en quince años, la pobreza se ha reducido en 29 puntos, al pasar de cerca de 50% a menos de 30%. Lo mismo ha ocurrido en los datos que tienen que ver con la pobreza extrema o indigencia. En desigualdad, clave para mostrar el recorte de la brecha social tampoco se pueden desconocer los logros obtenidos.
Sin embargo, el país podría estar más contento. Las últimas cifras señalan que 27,8% de los colombianos, cerca de 13,5 millones, viven en condiciones de pobreza, que de acuerdo con la metodología usada, están por debajo de un ingreso per cápita mensual de $223.638 en las ciudades y de $147.752 en las áreas rurales. Así, una familia urbana pobre de cuatro miembros es considerada en esa situación si no alcanza a cubrir una canasta básica de subsistencia de $894.552. Sin duda nada alentador.
En algunas regiones del país, la situación es más grave que en otras. Mientras los mayores progresos se han dado en Bucaramanga, Bogotá, Manizales y Medellín, en las que el porcentaje de pobres está por debajo de 15%, en Quibdó alcanza 50%, en Riohacha 41% y en Cúcuta 33%. Así, resulta evidente que hay una relación directa entre pobreza y desempleo y en esos términos resulta clave reducir los niveles de desocupación como condición para bajar la pobreza.
La comparación del país con otros de la región deja un sabor agridulce, pues aunque el promedio nacional ha mejorado más que el de Latinoamérica, no ocurre lo mismo si se excluye a países muy quedados como Honduras, El Salvador y Paraguay en los que la pobreza alcanza a más de 40% de sus habitantes. Mientras tanto, Chile y Argentina rondan 5% a 6%, cuatro veces menos que Colombia. La derrota de la pobreza debe ser una preocupación permanente de cualquier gobierno entendiendo que los logros de las acciones no se cosechan en el corto plazo, sino más allá, pero que el trabajo debe ser integral y coordinado para que los recursos públicos sean usados eficientemente y muy bien focalizados.
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