Las instituciones de seguridad deben reforzar su estrategia de choque contra este flagelo

Justo cuando se creía que poco a poco Colombia iba cerrando la página de los actos terroristas y que el año comenzaba con nuevos aires de crecimiento y mayor confianza, los grupos delincuenciales encabezados por guerrilleros activos más los disidentes, además de fuerzas oscuras que soplan de otras latitudes, han cometido otra barbarie en contra de la Policía Nacional, al hacer explotar un carrobomba, manipulado por un delincuente suicida, que ha dejado diez vidas cegadas y 65 heridos. El episodio hace revivir los años de mayor violencia en los que el Estado colombiano era calificado como fallido y ese tipo de noticia era pan de cada día. Pero ahora el país es distinto, se ha recuperado poco a poco y no caerá en manos de los terroristas que dominaron la escena pública por tanto tiempo. Este suceso debe partir en dos la historia reciente de violencia y tiene que obligar a toda la sociedad civil a cerrar filas en torno a las instituciones, y por supuesto, a las familias de las diez personas muertas. El terrorismo nunca debe regresar y ante este acto que ha querido revivir una guerra casi apaciguada, las instituciones de seguridad, al igual que las de vigilancia y control, deben reforzar su estrategia de choque para erradicar este flagelo de una vez por todas de la faz del país. Colombia no puede volver a dejarse capturar por los violentos ni por su modus operandi para infundir miedo en la sociedad.

Ante el reciente suceso de ayer 17 de enero de 2019, ocurrido en la Escuela de Cadetes General Santander, tiene que demostrarse máxima solidaridad con el alto gobierno y las instituciones del Estado; en estos momentos no se puede ser objetivo ni incondicional con los violentos que merecen el rechazo total de los colombianos. No hay razón alguna para no condenar enfáticamente el hecho terrorista, además de respaldar a la Policía Nacional que ha puesto miles y miles de muertos en una guerra sin sentido. El atentado demuestra que hay personas interesadas en desestabilizar al país y de paso devolver el tiempo en el que el miedo era el aire que se respiraba en todos los rincones colombianos.

No hay motivos para seguir sembrando cizaña y desconfianza ante la opinión pública, ni razones para no respaldar al presidente Duque Márquez, la Policía y la Fiscalía General de la Nación, que han actuado de manera eficaz al identificar en tiempo récord al autor suicida del atentado. Ahora, toda la información aportada a los medios de comunicación por los organismos de investigación debe arrojar nuevas luces sobre los verdaderos autores intelectuales; que pueden ser identificados con la misma agilidad que al responsable directo. No debemos descartar líneas de investigación que lleven a las autoridades colombianas a encontrarse con nuevos jugadores tenebrosos que quieren desestabilizar nuestro país, que es de las pocas economías estables y en crecimiento en la región. Vivimos una época de cambios disruptivos en lo político, social y económico, además el país que hoy vivimos tiene nuevas complejidades y retos geopolíticos que antes no existían. Reitéranos que lo ocurrido ayer en Bogotá debe ser un suceso que nos llevará al país a actuar como una unidad en contra de los actores armados que le están haciendo el juego a los narcotraficantes, a los guerrilleros activos o disidentes, pero también a fuerzas oscuras interesadas en que Colombia vuelva y caiga en el lado de la violencia sin fin.