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Llega la segunda quincena de enero aún con la resaca de las fiestas de fin de año, pero con una inusual incertidumbre por los estragos que pueda causar un rebrote de coronavirus
Barry Eichengreen, profesor de economía en la Universidad de California, Berkeley, y exasesor principal de políticas del Fondo Monetario Internacional se pregunta por qué si el mundo vuelve a estar acosado por los cierres derivados del rebrote de Ómicron, los mercados emergentes siguen creciendo, una suerte de resiliencia no conocida.
“Cuando se trata de mercados emergentes, la opinión generalizada es que las perspectivas de estos países siguen siendo brillantes. J.P. Morgan Global Research espera que su PIB colectivo crezca 4,6% este año, más rápido que su tendencia 2015-19. S&P Global Ratings es aún más optimista y proyecta que las economías emergentes se expandirán 4,8% (...).
El contraargumento más poderoso es que los mercados emergentes se beneficiarán de una economía global sobrealimentada. El crecimiento de la productividad en las economías avanzadas, que había tenido una tendencia a la baja durante varias décadas, fue fuerte en la pandemia, especialmente en los Estados Unidos. Los cambios tecnológicos y organizativos provocados por la crisis ahora podrían sostener esa aceleración.
Un crecimiento más rápido en los países desarrollados crearía entonces una demanda adicional para las exportaciones de los mercados emergentes”. Un punto de vista que se acerca quirúrgicamente a la pregunta obligada de por qué mientras la incertidumbre muestra sus señas, las cifras macroeconómicas siguen siendo buenas para países como Colombia que este año crecerá, según los pronósticos, entre 4% y 6%, porcentajes mejores a los de prepandemia que colocan al país en las posiciones de liderazgo.
La respuesta no es otra de que sigue siendo un país dependiente de materias primas como café, petróleo y hasta el alicaído carbón, commodities que siguen reinando en los mercados y que a pesar de su permanente descalificación y augurios de muerte inminente, sostienen la economía local; el café porque irriga recursos millonarios a medio millón de familias y el petróleo porque sigue siendo la mayor fuente de recursos del Estado.
La economía va a bailar la danza del Ómicron hasta bien entrado marzo, pues aún se sigue en modo covid, las políticas públicas permanecen enfocadas en el asunto y será bien complicado cambiar de tema en las próximas cinco u ocho semanas. Las empresas por su parte deberán retomar los planes de teletrabajo, al menos por unos días más; evaluar el drama de las incapacidades, pero sobre todo, descontar a baja velocidad de regreso a la normalidad, o al menos a los tiempos de prepandemia. Aún no hay aproximaciones sobre un eventual daño económico de la nueva variante, pero el crecimiento de los países no muestra que se podría resentir por las restricciones sanitarias y los estragos causados por Ómicron, quizá la nueva normalidad sea un poco de todo esto, resiliencia como rasgo distintivo de los emergentes, virtualidad mezclada con presencialidad, aglomeraciones versus aislamientos y toda una suerte de elementos que componen la nueva realidad económica.
Mucho se ha avanzado, por ejemplo en entender que no puede haber cierres totales ni mucho menos exigirles a las personas que no actúen como lo han hecho desde siempre, y lo mejor, es que es absolutamente falso el dilema de salud o economía, la economía y sus dinámicas son las que garantizan la salud.
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