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El país económico y social no puede dejar pasar esta oportunidad para avanzar en la calidad de todas nuestras esferas.
El proceso de adhesión de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde, va viento en popa para bien del país y en especial para las nuevas generaciones de colombianos a quienes la globalización les impondrá nuevos retos y nuevos competidores. El tema se ha venido socializando en escenarios aparentemente mediáticos, como fueron las llamadas pruebas ‘Pisa’, un informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe, Pisa (por sus siglas en inglés: Program for International Student Assessment) en las que se analiza el rendimiento de estudiantes a partir de exámenes realizados cada tres años en varios países. En ellas se midió la calidad de la educación en Colombia, ya no con sus pares académicos en la Región o en la Alianza del Pacífico, sino con las 60 economías más desarrolladas. La noticia de que los resultados fueron catastróficos es el primer gran logro, pues por primera vez en nuestra historia reciente, nos evalúan con los países de mejores prácticas no solo en términos educativos, sino económicos y sociales.
Las Pisa nos sirvieron de ejemplo o mejor para experimentar lo que se nos vendrá hacia el futuro en varios aspectos de la vida académica y profesional. El proceso de acceso de Colombia a la Ocde avanza fluidamente a los ojos del Gobierno y se está trabajando en los 23 comités que abarcan temas tan estructurales como la educación, la infraestructura, la salud, el ambiente, entre otros temas no menos importantes. Colombia debe adelantar varias reformas para asumir el reto de ser parte de la Organización, como el reforzamiento de los estándares de gobierno corporativo en algunas empresas públicas. Este por ejemplo, sería un gran paso frente a al solidez y la solvencia de las empresas estatales que tienen una función pública.
La tarea no es fácil pues para los estándares de la Ocde, Colombia sigue siendo un país con mucha pobreza y mucha desigualdad. Si bien se ha avanzado en las últimas administraciones todavía falta mucho en regiones rurales en donde el Coeficiente Gini es de 0,84, para el cual uno es la total desigualdad y cero es igualdad, que equivale a decir que casi una sola persona tiene toda la riqueza. Oponerse políticamente a la iniciativa de ingresar a la Organización es una más de las miopías históricas en las que el país no debe caer. Es cierto que poco o nada nos va a favorecer en lo económico, pero en términos de buenas prácticas es lo mejor que le puede pasar a Colombia. Flagelos como la escasa competitividad y la corrupción son situaciones que son el ingreso al llamado ‘club de los países desarrollados’ empiezan a mejorar notablemente.
Ojalá llegase un día en el que la clase política aúna esfuerzos por el desarrollo y el bienestar.
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