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EDITORIAL

Ganaderos y agricultores, hueso duro de roer

martes, 18 de diciembre de 2012
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Los empresarios del campo son quienes más secuestrados y muertos han puesto en el conflicto, pero su intolerancia no lleva a ninguna parte.

Los empresarios del campo son quienes más secuestrados y muertos han puesto en el conflicto, pero su intolerancia no lleva a ninguna parte.

No existe ningún gremio más golpeado por la violencia colombiana que el de los ganaderos y agricultores, quienes han puesto miles de víctimas en la espiral de muerte y secuestro que ha enlutado al país durante las últimas cinco o seis décadas. Son ellos quienes invierten y generan empleo en donde el Estado no ha llegado aún, y son ellos quienes siguen apostándole a un sector rural dinámico en medio del nuevo aire de las bandas criminales.

Pero su postura frente al Foro sobre Tierras y Desarrollo Agrario propuesto por el Gobierno Nacional y los negociadores de la guerrilla es un gesto que no se compadece con el país y su discurso anti-diálogos de paz solo se compara a las palabras de Iván Márquez en el inicio de los acercamientos realizado hace poco en La Habana. La paz siempre será el camino más seguro hacia el progreso, pero para lograrla se deben dejar al lado posiciones mezquinas para con todos los colombianos.
La actitud de José Félix Lafaurie, el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, Fedegán, no es sensata, es resentida y se aferra a los resultados de las últimas elecciones en donde no alcanzó a seducir a los colombianos con las ideas de la campaña que él respaldaba en cabeza de Andrés Felipe Arias, exministro de Agricultura. Es cierto que en ese gremio no se agrupan más de 15 o 18 de cada 100 empresarios del campo dedicados al ganado, pero el país debe tratar de integrar a todas las fuerzas vivas para tejer una paz duradera.
La intolerancia de Lafaurie y del puñado de personas que él representa, son una verdadera piedra en el zapato para las nobles intenciones de paz que tiene el ministerio de Agricultura que bien lidera Juan Camilo Restrepo y que es la decisión de la inmensa mayoría de los colombianos. Aferrarse a la violencia de la palabra y a no escuchar posiciones contrarias al pensamiento hegemónico es el combustible más rentable de la conformación de los grupos al margen de la ley que están desangrando al país.
El problema en la tenencia de tierras en Colombia es ancestral y para nadie es un secreto ni un gran descubrimiento plantear que es uno de los asuntos transversales para solucionar el conflicto armado. No en vano, ha sido el tema que de primera mano han abordado los negociadores del esquivo proceso de paz que ha emprendido esta administración nacional. No hay una fórmula idónea con la cual estén felices las partes comprometidas, pero sí, una urgente puesta en escena de las posiciones históricamente antagónicas. 
Llego la hora de enfrentar las causas profundas del conflicto armado en Colombia. Llegó la hora de salir del problema enfrentando posiciones radicales. Solo si logramos dar ese paso los hijos y los nietos de quienes hoy son líderes del país podrán vivir en paz.

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