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Salir por carretera o ir a un aeropuerto en esta época es un sincero acercamiento a la mala infraestructura nacional.
Este año el puente más largo se dará durante la primera quincena de abril, en un momento muy bueno para la economía en términos del consumo, que ha llegado con un dólar muy barato. Esta es una situación que nadie preveía hasta hace solo dos semanas. Por esto, la noticia de esta Semana Santa será el alto flujo de pasajeros en los aeropuertos, las terminales de buses y los miles de vehículos en las carreteras, justamente un panorama ideal para que los usuarios de la infraestructura colombiana sean testigos de primera línea de las malas condiciones de muchas carreteras y tengan la experiencia propia de lo pequeños y descuidados en que se encuentra casi todos los aeropuertos.
Arranquemos por el Puente Aéreo, que todos los días tiene que soportar unas 19.000 personas. Sus condiciones logísticas son, a todas luces, incómodas, pues por donde se embarcan los pasajeros, también se tiene que recoger a quienes llegan a Bogotá. Las filas de chequeo en los counters son tan largas en las horas pico, que casi llegan a la calle, generando una situación de inseguridad sin solución a la vista. Puede ser que la Capital de la República cuente con un aeropuerto moderno en materia de salidas y llegadas internacionales, pero el grueso de la operación nacional que maneja Avianca tiene que vivir en carne propia el calvario de trasladarse en Semana Santa. Y quizá para Ripley: el Puente Aéreo es quizá la única terminal de una capital de país que no tiene acceso civilizado a buses.
En lo que tiene que ver con los trayectos por carretera, se repetirá la historia de todos los años en la que en los peajes de vías principales se armen largos trancones por sus pequeñas locaciones de atención al viajero. En otras vías, el problema serán las largas filas de camiones que transportan combustible que le quitan velocidad al carro particular, un episodio que le hace pensar al usuario que nos quedamos pequeños en términos de autopistas. Y quienes se transportan en buses intermunicipales deberán soportar la mala organización de las terminales más la informalidad de las empresas en términos de paradas oficiales y horarios de cumplimiento. Ojalá durante esta Semana Santa, el Ministerio de Transporte y al superintendencia del ramo asuman el papel de entidades de control y vigilancia y velen por los usuarios.
Estamos seguros de que una vez el país pase la página del conflicto interno y entremos en un tiempo de paz, las grandes obras como los trenes de cercanías, las autopistas, los peajes electrónicos y los futuristas trenes de alta velocidad serán una realidad que le exijamos a los gobiernos de turno, todo para que las salidas de las grandes ciudades y desplazamientos de vacaciones no sean un viacrucis.
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