Desde hace unos gobiernos se pervirtió la entidad llamada Planeación, se convirtió en un nido burocrático que solo redacta el plan de desarrollo y atiende políticos
Editorial
Uno de los grandes problemas del país es que no tiene planeación a largo plazo y que la entidad configurada para hacer ese papel se ha convertido en una oficina burocrática, sin rigor técnico, llena de recomendados de políticos y en una suerte de peaje de las regalías, la verdadera transacción entre el Ejecutivo y los representantes y senadores. ¿Cómo explicarle al país que hay paralizadas, de tiempo atrás, más de $2 billones en regalías? Inexplicablemente cuando el país demanda grandes obras en infraestructura y los pueblos y ciudades están llenos de necesidades insatisfechas.
El Departamento Nacional de Planeación nació en 1958, mediante la Ley 19, como una entidad técnica, que coordina, diseña y apoya la planificación de políticas públicas y del presupuesto de los recursos de inversión del país, a largo plazo, léase bien: ¡a largo plazo! Ideario que se pervirtió colgándole al DNP el control y vigilancia a la correcta ejecución de los recursos de regalías, compensaciones y asignaciones del Fondo Nacional de Regalías.
Pusieron a la entidad, que debería planear, pensar, proponer, hacerle seguimiento al plan de desarrollo, a repartir recursos al Congreso y a los mandatarios locales regionales. No en vano, los últimos directores de esa entidad que tiene más de 200 economistas han salido mal librados, unos por problemas de corrupción o clientelismo y otros, como Jorge Iván González, por ir en contravía de la falta de ejecución y de grandes obras de los ministros.
La historia se repite, y el llamado “sabio González” volvió a cometer el mismo error del pasado al hacerle un excelente plan de desarrollo al presidente Petro y salir por la puerta de atrás por diferencias conceptuales y políticas; sucedió lo mismo cuando fue alcalde de Bogotá, y el funcionario renunciado fuese también su director de Planeación. Vuelve y juega el mismo libreto: unos funcionarios incapaces de ejecutar, de invertir recursos escasos y dar los resultados de cara al país. Pero la relación de Petro y González siempre ha sido la misma y siempre ha terminado de la misma manera. El problema nacional es el papel deslucido del DNP, entidad capturada por burócratas que han sido inferiores al reto que la entidad les imprime.
¿En qué va a quedar la eliminación de los estratos sociales? ¿A dónde irá a parar la regionalización de Colombia? ¿Quién le va a hacer seguimiento al Plan Nacional de Desarrollo? ¿Pondrán en la entidad a un experto en darles dinero a los congresistas y alcaldes para las próximas elecciones? Todo puede suceder, pero a los ojos de los académicos y las sonoras facultades de economía del país, nadie dice nada por la preservación institucional de Planeación.
No se puede dejar que el DNP solo sea para manejar las regalías, para escribir el Plan de Desarrollo y para emplear centenares de profesionales sin un objetivo institucional. González les dijo a los ministros que presentaran grandes proyectos para solucionar grandes problemas; le advirtió a la Ministra de Agricultura que los cultivos de coca solo se solucionaban con grandes macroproyectos para los cuales hay unos $8 billones, no con “curitas” y paños de agua, pero no le copiaron y los ministros más sabuesos en materia politiquera le hicieron el cajón y van a poner en la entidad a un experto en repartir dinero público entre los alcaldes, gobernadores y congresistas de cara a las elecciones de 2026.
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