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Thomas Piketty un economista superstar ¿cómo llegamos a esto?

lunes, 9 de febrero de 2015
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A comienzos de los años 90, el economista Paul Krugman definió como un saber convencional al conjunto de creencias y principios económicos dominantes inspirados por un selecto grupo de líderes intelectuales; creencias que, a veces, distan de la realidad económica y social. En ocasiones, estas creencias no se basan en análisis empíricos o analíticos y se expanden en función de acuerdos entre líderes. La irrupción de la obra de Piketty, El Capital en el Siglo XXI, supone un rompimiento con el saber dominante, pues apoyado en datos históricos, el libro ubica en un mismo plano las necesidades económicas con las políticas a ser adoptadas.

Piketty es ahora una estrella mediática. Su libro es el texto de economía más vendido en los últimos tiempos; es directo, bien argumentado y fácil de comprender. La economía pasó de ser una ciencia entendida por una pequeña élite intelectual a ser materia social objeto de debate público. Pero ¿de dónde proviene el entusiasmo casi mesiánico con el que se ha recibido esta obra? acaso ¿se trata de un nuevo saber convencional? 

A comienzos del siglo XIX existía cierto consenso entre líderes políticos, economistas y empresarios sobre las ventajas de los mercados libres y la moneda sólida, apurados por las nacientes teorías de laissez faire expuesta por Adam Smith.

La Gran Depresión, presiones inflacionarias e irrupción del socialismo, en el primer cuarto del siglo XX, abrieron la puerta a un nuevo consenso en el pensamiento económico: intervención estatal, instauración de políticas activas de desarrollo y de control monetario. Después de la Segunda Guerra, bajo la influencia del economista inglés J.M Keynes, el capitalismo experimentó su edad de oro. 

En los 70, las economías occidentales estaban en problemas. Precios altos del petróleo, inflación, desempleo, crisis del acero, estancamiento tecnológico y surgimiento de nuevas potencias, amenazaron con el desplome económico de las potencias tradicionales. Con el argumento de que la democracia es imposible sin una economía libre, en 1974, un rival intelectual de Keynes, el austriaco F. Von Hayek, ganó el premio Nobel de economía. Dos años más tarde sería el turno de su discípulo M. Friedman. Ambos creían que los mercados deberían liberarse de la intromisión de los gobiernos.

Se insistía en la reducción del tamaño del estado para potenciar la economía de mercado, enfatizando en el individualismo y la libertad, similar al ideario del Laissez Faire del siglo XIX. Su consolidación se logró durante los 80 y comienzos de los 90, abanderado por los gobiernos conservadores de Reagan y Thatcher. Con el desempleo más bajo en 15 años, parecía que el nuevo saber instaurado era un acierto. Aquellos que expresaban inquietudes, a propósito de los efectos sociales de dichas políticas, eran marginalizados o descalificados como marxistas.

Las ideas dominantes que encarnaron el saber convencional entonces, se alejaron paulatinamente de la realidad. El modelo engendraba en silencio, ante del el menosprecio académico, un mal mayor: un dramático crecimiento de la desigualdad. Piketty señala que justamente después de los 70 la desigualdad creció en el mundo. El rendimiento de capital no disminuyó proporcionalmente (como se esperaba) al decrecimiento de la economía; por el contrario, su crecimiento se mantuvo en niveles más altos. En consecuencia, los dueños del capital se enriquecían a mayor velocidad que el promedio de los individuos. Su libro culpa al capitalismo por la creciente desigualdad en el mundo.  

La victoria del pasado domingo de Syriza en Grecia, traslada estas inquietudes al plano político. Supone la derrota de una ideología que no ha sabido atender efectivamente la inequidad y pobreza en el mundo. Consolida un nuevo saber económico global que invita a mirar los problemas del mundo como son. El diagnóstico está hecho, el siguiente paso será debatir las propuestas y encontrar soluciones alternativas a los problemas que saberes dominantes, hasta hoy, no han encontrado.
 

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