.
ANALISTAS

Realidades de los socialismos

viernes, 23 de enero de 2015
La República Más
  • Agregue a sus temas de interés

En estos momentos, cuando nos proponen las Farc en La Habana abandonar nuestro sistema imperfecto de economía liberal para cambiarlo por un sistema de socialismo incierto, propuesto por ellos –posiblemente totalitario- se justifica divagar sobre las realidades de los socialismos en los últimos tiempos.  

Definir el socialismo resulta imposible. Existen socialismos exitosos en países con creencias religiosas y tasas de fertilidad razonables, como por ejemplo, Suecia y Noruega; pero también existen fracasos estruendosos como en Cuba, Venezuela, Corea del Norte… “donde las tiranías se perpetúan bajo el escudo de la ley y en nombre de la justicia”.  En países como Argentina, Brasil, Colombia… las ideas socialistas amenazan con descarrilarlos de la senda del crecimiento elevado, sostenible y generalizado.  

Consideran algunos los  socialismos latinoamericanos  como grandes mentiras.  Prometen prosperidad, igualdad y seguridad y tan solo producen pobreza, miseria, tiranías y corrupción. El socialismo no funciona porque es inconsistente con los principios fundamentales del comportamiento humano. 

Todos los fracasos socialistas alrededor del mundo se derivan de algo crítico: son sistemas que ignoran los incentivos y creen posible que los gobiernos les resuelvan a sus ciudadanos todos los problemas desde la cuna hasta la sepultura. Las economías capitalistas les conceden gran importancia a los incentivos provenientes de los precios del mercado, la competencia leal, las utilidades y la propiedad privada, como guías para orientar las actividades económicas. 

Los fracasos de los socialistas suelen ser atribuidos a que las economías socialistas no practican el socialismo puro o a obstáculos externos como el embargo de los Estados Unidos contra Cuba.  No reconocen que aun un capitalismo imperfecto es superior a cualquier socialismo gobernado por el Estado, reconocido como el ‘capitalista más dilapidador y como monopolio más difícil de controlar’. 

En un mundo con políticos y ciudadanos corruptos, con recursos limitados y población poco capacitada, resulta esencial un sistema político que promueva los incentivos para el sector privado. La economía venezolana se comenzó a desplomar cuando el ‘exprópiese’ de Chávez se convirtió en la concreción de su ideario político.   

Por allá en 1970, cuando el cartel de la Opec restringió el suministro de petróleo, se elevaron los precios de este en forma dramática. Los precios elevados les trasmitieron información valiosa a los productores e inversionistas, quienes reaccionaron incrementando sus exploraciones y explotaciones. 

El sistema de las utilidades, con su competencia leal entre los actores, con sus premios para los éxitos y los castigos para los fracasos, sirve asimismo, para crear un sistema que optimiza el empleo de los recursos en forma permanente y los dirige a niveles cada vez de mayor eficiencia. 

La propiedad pública tolera la irresponsabilidad y los gastos desmesurados, porque cuando nadie es dueño nadie se preocupa. China, después de décadas de fracaso de ‘la propiedad comunitaria de los medios de producción’, optó por continuar con el totalitarismo comunista en la política e  incentivar la producción y la propiedad privadas en todas las otras actividades. Lo mismo parece estar intentando ahora mismo Raúl Castro en Cuba. Los cubanos que emigran de Cuba en embarcaciones precarias nos demuestran que el socialismo que nos recomiendan las Farc no ha funcionado.  

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA