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ANALISTAS

¿Es EPM culpable del apagón?

jueves, 17 de marzo de 2016
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De creerle a la cobertura mediática sobre la crisis energética, estamos frente al acto de desgreño y corrupción más grande la historia, la repetición del apagón del 92 y la prueba reina de que en Colombia estamos condenados, no solamente a cien años de soledad, sino a cien años de negligencia gubernamental.

De hecho, a tal punto llega el linchamiento, que ahora que el gobierno ha implementado un plan preventivo de ahorro, los opositores consideran que la medida no es más que una maniobra de Santos para atribuirle el apagón a la falta de esfuerzo de los ciudadanos cuando este inevitablemente ocurra.

Por otra parte, las voces críticas no hacen sino repetir como loros la supuesta cadena de chambonadas gubernamentales que nos han llevado a esta crítica situación, aunque nunca queda claro cuales exactamente fueron esas cosas que las autoridades hicieron o dejaron de hacer en los últimos, digamos dieciocho meses, que la hubieran evitado.

Tal vez, si hubieran alterado la temperatura de la corriente de Humbolt unos dos grados centígrados hacia abajo, o si hubieran extraído a tiempo la energía de las capas freáticas del volcán Galeras o quizás si hubiesen iniciado a tiempo los proyectos de combustible algal, también conocido como combustible de algas, oleoalgal, oilgae o algaeoleum, no tendríamos este problema. 

Como fueron las cosas, las autoridades energéticas se concentraron en desarrollar la infraestructura de generación de energía a través de proyectos poco emocionantes, como la construcción de hidroeléctricas y de termoeléctricas de propósito dual. Para esto se utilizó el cargo por confiabilidad, que es esencialmente una sobretasa a la cuenta de energía para financiar los proyectos y que desde 2006 ha recolectado cerca de $18,5 billones.

Sé que esto será una noticia para muchos, pero no, los recursos del cargo de confiabilidad no se los robaron, ni los despilfarraron, ni se fueron en mermelada para los Ñoños.  

Se utilizaron para construir la infraestructura que hoy en día, en este instante, permite que tengamos energía y que no estemos en medio de un apagón de padre y señor mío.

Con ese dinero se construyó buena parte del sistema termoeléctrico, que permitía suministrar las redundancias necesarias para afrontar la escasez temporal de recursos hídricos y también, cómo no, centrales como Hidrosogamoso e Hidroituango, para no hablar de El Quimbo, cuya oportuna entrada al sistema evitó que dejáramos el pelo en al alambrado en materia energética. 

Volvamos al principio. ¿Si el sistema es tan bueno porque nos toca ahorrar energía? La respuesta es bastante sencilla: porque las redundancias que se establecieron, y que costaron mucho dinero, no fueron suficientes ante la existencia de circunstancias altamente inesperadas e improbables. ¿Cuáles fueron? ¿El Niño?, ¿el crecimiento de la demanda nacional?, ¿la demora en los gaseoductos?, ¿el costo del fuel oil?, ¿la escasez de gas? ¿la falta de interconexión de los autogeneradores?

Ninguna de las anteriores. La razón por la cual estamos en estas ocurrió exactamente el 15 de febrero de 2016 cuando se incendió el túnel de acceso al cuarto de máquinas de Guatapé. La salida de esta central y la imposibilidad de irrigar los embalses de Playas y San Carlos sacaron de un tajo cerca de 11% de la capacidad del sistema. La capacidad redundante que necesitábamos para no estar ahorrando.

¿Fue una falta de mantenimiento?, ¿un error en el diseño del túnel, que albergaba los doce cables trasmisores en el mismo lugar? ¿por qué no existía un plan de contingencia para estos casos? ¿a nadie se le ocurrió que el colapso de Guatapé generaría un problema sistémico en los embalses rió abajo? ¿cómo es posible que no existiera un sistema alternativo para desocupar el embalse?

Estas no son preguntas que deba responder el gobierno nacional o la Creg, que ya han recibido demasiado palo injustamente. Estas preguntas son para EPM. Y es mejor que las vaya respondiendo.
 

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