Vale la pena repetir cuantas veces sea necesario la sentencia de W.S. Jevons que dice: “En materia de filosofía y ciencia, la autoridad ha sido siempre el gran oponente de la verdad. Una calma despótica es habitualmente el triunfo del error. En la república de las ciencias, la sedición e incluso la anarquía son beneficiosas a largo plazo, para la máxima felicidad del máximo número de personas” (1871).
Ésta máxima que parece ir en contravía de mi anterior artículo “De Consensos a Disensos”, lo que hace es corroborar la idea central del mismo, es decir, solo puede haber transformación en las estructuras, en la medida que disensos sólidos y bien fundamentados, ponen a patinar bases anquilosadas hasta que caen, dando paso a cambios positivos que trascienden en toda la sociedad y benefician a todos.
En lo que si no coincido tal como igual lo comenté en mi artículo anterior, es en el uso de las vías de hecho para que se produzcan revoluciones, las cuales hoy en día en la era de la sociedad del conocimiento, más que nunca deben amparase en una crítica fundamentada en argumentos racionales fuertes, que siempre primarán y brillarán pese a lo adversa y tozuda que parezcan las circunstancias y contendores.
Aunque los predicadores del establecimiento apoltronados en cómodas posiciones funjan como idiotas útiles, tal vez sin saberlo a conciencia, ayudando a preservar el dañino estatus quo de intereses de los verdaderamente dueños del poder y sobre todo de la culpa, finalmente el Orden Divino se impondrá por intermedio de quienes se convierten en instrumento de lucha por la verdad, la justicia y la paz.
Como también lo he mencionado estimo conveniente retomar lo dicho por Deane (1989): “los preceptos y prescripciones de la doctrina económica ortodoxa carecen de la certeza y autoridad que se espera de la mayoría de las ciencias de madurez equivalente y son raros los consensos entre expertos”, que matizado con nuestras condiciones, muestra signos de agotamiento y necesidad de cambios sustanciales.
De ahí es preciso retomar a los verdaderos clásicos, la razón correcta de Bacon, el orden racional divino de Descartes, el universo racionalmente ordenado gracias a poderes de observación y razonamiento otorgados por Dios para descifrar el plan divino de Locke y su función del Estado, así como el indispensable rol del Estado en una economía de mercado cambiante de Steuart; lo cual tristemente olvidamos.
Pero también los aportes de Hegel sobre el universo racional donde el progreso evoluciona a partir de una secuencia de conflictos y revoluciones lógicas, además del preclaro pensamiento marxista fundado en Darwin, según el cual los avances en la tecnología y en la organización económica, interactúan con los cambios asociados dentro de la estructura de relaciones sociales, para determinar tanto la calidad como el ritmo de crecimiento económico.
Tal vez todo se deba como lo dijo Cabral a vivir una época con egos que distraen, distorsionan y dividen, que confunden las cosas con su juicio creyendo que son lo que cree que son y así las juzga; al tiempo de exaltar su dictamen: “nadie tiene derecho a la ignorancia, por eso la pagará caro y lamentablemente ensombrecerá el camino de otros; la ignorancia es una forma inconsciente del mal”.
Por todo lo anterior finalizo con Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y países, porque la crisis trae progresos, la creatividad nace de la angustia como el día de la noche oscura. Es de la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye la crisis a sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones, la verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin la crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos nuestro talento y nuestras habilidades para encontrar soluciones, acabemos de una sola vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”