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Nuestras precarias vías se han convertido en el escenario predilecto para expresar el descontento social.
El reciente paro cafetero confirmo aún más que la forma efectiva para presionar al gobierno es impedir la movilidad de los ciudadanos. Las carreteras y las vías urbanas, esenciales para el desarrollo de la economía, se están transformando paulatinamente en espacios dónde las reivindicaciones gremiales, conflictos agrarios y demandas sociales se expresan a través de la paralización de la movilidad, nuestra red principal de carreteras, que de por si tiene graves problemas de calidad y mantenimiento, se ve amenazada cada vez más por la parálisis que genera el convertir la infraestructura vial en un medio para presionar decisiones gubernamentales. A parte de la discusión sobre si los reclamos de la comunidad son justificables o no, se debería concientizar o educar más a la sociedad sobre la no utilización de métodos de protesta que incluyan la ocupación de las vías por ser estas vitales para el desarrollo del país, ya que la movilidad de mercancías y personas son esenciales para la economía nacional. No se conocen estudios que logren medir los impactos que tiene sobre la canasta familiar, las empresas y las cuentas nacionales los cierres a las vías. En voz baja pequeños y grandes empresarios sufren las consecuencias, todos dependemos directa o indirectamente de la movilidad de nuestras escasas carreteras.
Ante la ausencia de una red férrea, el país quedó a merced del precario sistema vial. Cada vez que ocurren hechos como los sucedidos en los últimos días, debería invitarnos a reflexionar porque no hemos podido recuperar para el país el sistema ferroviario. Nos llena de nostalgia, los que al menos alcanzamos a conocer el tren como sistema de transporte de carga y pasajeros, porque las actuales generaciones nunca lo conocieron; el recordar que tuvimos otro sistema de transporte con una gran capacidad de carga y movilidad que desafortunadamente perdimos los colombianos por diversas razones que ya no valen la pena discutir ahora.
Sí como dicen los estudios, que nos demoramos quince años para construir cien kilómetros de carretera, el país seguirá abocado a sufrir más parálisis no solamente por cuenta de problemas climatológicos y de estructuración de proyectos, sino también por factores sociales y de tensión social como son las protestas y marchas y la falta de reglas claras institucionales para reglamentar las consultas previas a comunidades cuando se desarrollan proyectos viales, la doble calzada a Buenaventura en un típico caso de ausencia institucionalidad y reglas claras.
Las locomotoras de las que habla el Gobierno Nacional deberían traducirse en un gran empeño nacional para sacar adelante un gran proyecto de reactivación de la red férrea para el país. Si esto no ocurre, seguiremos dependiendo del lento desarrollo vial y sus innumerables obstáculos que tiene este sector tanto a nivel técnico como normativo para responderle al país frente a su competitividad y los tratados de libre comercio que se están firmando tan rápido.
Esperemos que las carreteras no se sigan convirtiendo en el caballito de batalla para presionar al Gobierno frente a toda reclamación social, y así los Ministros no estén dedicados a levantar paros por toda geografía nacional.
Las inversiones de las estaciones ferroviarias
En los últimos meses diez estaciones férreas de todo el país han sido intervenidas tras la implementación del Plan Nacional de Recuperación de Estaciones de Ferrocarril, que se inició en marzo 2012 y que realizan el Instituto Nacional de Vías y el Ministerio de Cultura. En este proyecto se han invertido cerca de $2.000 millones. Inversiones que resultan un pequeño esfuerzo frente al rezago existente.