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jueves, 15 de enero de 2015
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José David Name Cardozo

He sido uno de los más preocupados por el desarrollo infraestructural del Caribe colombiano, por ser un punto fundamental de una economía que como la nuestra es enfática en el comercio exterior.

Para Colombia, que ha resuelto tener mayores y mejores relaciones con el mundo, aumentar el intercambio comercial, hacer más rentables los TLC, mirar hacia el Pacífico, reconquistar la Cuenca del Caribe, exportar más a Estados Unidos y su Costa Este, y consolidar su proceso de crecimiento en el contexto latinoamericano, no puede existir prioridad distinta a la de fortalecer la periferia tradicionalmente relegada, discriminada, marginada y abandonada.

En un escenario de egoísmo centralista y de privilegios para las zonas que acumularon la riqueza nacional y se favorecieron de la injusta redistribución de la inversión pública, perdieron los sures, las zonas fronterizas y las regiones Pacífica y Caribe.

Reversar esa situación fue la que llevó a la periferia maltratada a creer en la palabra y el compromiso del presidente Juan Manuel Santos, quien logró su reelección a un segundo mandato por cuenta de esa fé que las regiones depositaron en su propuesta.

Con esa convicción llegamos los congresistas oriundos de las regiones abandonadas, a la discusión y concertación del nuevo Plan Nacional de Desarrollo “Todos por un Nuevo País”. Comparto las ideas expresadas por colegas de la región respecto de la necesidad de impulsar obras viales, gestionar el desarrollo agropecuario y atender frentes en agua potable y saneamiento básico en el trámite del Plan de Desarrollo, pero no podemos perder de vista que en el Presupuesto General de la Nación, la inversión pública regionalizada y los recursos del Sistema General de Regalías, ya se están financiando proyectos, planes y programas que se refieren a estas materias.

Por lo tanto, no podemos insistir en lo que ya está atendido y por el contrario debemos hacer un gran trabajo conjunto para reconfigurar el conjunto de expectativas regionales, de tal manera que en el Plan Nacional de Desarrollo le demos mucha participación a la inversión social que es una de las áreas de mayor rezago en el Caribe colombiano.

El aspecto portuario está priorizado por el empuje privado, el Rio Grande de la Magdalena ya tiene su futuro resuelto, los aeropuertos marchan de la mano de los particulares en su gran mayoría, al igual que ocurre con las principales carreteras salvo la segunda calzada de la vía Barranquilla - Ciénaga y lo que corresponde a la Autopista al Mar entre Cartagena y la capital del Atlántico. La Mojana hace parte de un proyecto especial ordenado por el presidente Santos.

La inversión privada pulula en la Costa Caribe, la economía de exportación atraviesa su mejor momento, los empresarios extranjeros se asoman hoy mucho más en la región y las gobernaciones y alcaldías, no obstante todo lo que aún falta por lograr, han ganado en capacidad de ejecución y eficiencia.

Tenemos que ser asertivos en este sentido a la hora de aprobar el Plan. Para qué nos sirve una gran carretera si al pie de ella tenemos chozas con seis y siete personas que no tienen siquiera donde depositar las excretas.

No podemos equivocarnos. El Plan de Desarrollo no puede ser un simple portafolio de buenos propósitos, tiene que ser el verdadero instrumento reivindicador de nuestras aspiraciones regionales y debe convertirse en el verdadero faro para llevar a puerto seguro las ilusiones de progreso y desarrollo social caribeño.

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