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Marina Lamus rememora en su historia del teatro en el siglo XIX cómo eran de generosos los masones con la producción de las artes. Al caer la noche abrían veladas que hoy denominaríamos “interdisciplinarias”. Y en el día, del recaudo de la noche anterior, donaban limosna para los pobres.
Seguramente las limosnas masónicas no eran fruto de una “mala conciencia”, sino de un sincero sentimiento e ideología de cooperación e igualdad social. Sin embargo, esta práctica a la postre se transformó en impuestos específicos al espectáculo que cristalizaban una concepción según la cual estos servicios serían asimilables a bienes suntuarios o a consumos que deberíamos evitar como el alcohol o el cigarrillo. Una concepción del arte y la cultura como apéndices sociales de los cuales es posible o inclusive necesario prescindir y que se concretaba en numerosas trabas y exclusiones de incentivos a la industria o los intercambios.
Es en la construcción de una democracia artística y cultural que se sitúa la Ley del Espectáculo Público (LEP) que formaliza las artes escénicas. La LEP comienza por derogar los impuestos específicos que gravan las actividades artísticas del campo escénico, propone incentivos para los agentes del sector y establece una contribución solidaria o parafiscal -cotización de los agentes del sector-, con el fin de apoyar el fortalecimiento de dicho sector en todo el país. Un conjunto de incentivos cruzados que impactan la cadena de valor de la actividad escénica. Desde ya podemos afirmar que la LEP va dando resultados.
El recaudo en Bogotá en 2012 fue de $4.200 millones; en lo que va de 2013, se ha superado esta cifra y se aspira llegar a los $9.000 millones. De los recursos recaudados en 2012 se entregarán $3.200 millones en proyectos para la adecuación, mejoramiento y dotación de los escenarios de organizaciones culturales de naturaleza privada o mixta, mediante convocatoria pública, y $1.000 millones para escenarios de las artes escénicas de naturaleza pública.
El sector de las artes escénicas o artes vivas en Bogotá cobija una gran gama de manifestaciones y prácticas necesarias para la constitución simbólica de la sociedad, que van desde el teatro comunitario y experimental, el concierto de cámara en la Biblioteca Luis Ángel Arango, hasta el gran carnaval, los festivales de arte o los conciertos para multitudes. Estas artes esenciales basadas en el cuerpo y la vitalidad, representan nuestra industria cultural. Al igual que las leyes para la lectura y las bibliotecas, el libro, el teatro y el cine, la LEP se ocupa de fomentar el potencial de las artes escénicas: la música, el teatro, la danza, el circo.
El programa Arte en Conexión del Idartes, que fomenta el consumo de arte en vivo en los establecimientos públicos de la capital y cuya convocatoria también está abierta, hace parte de este nuevo impulso a las artes con el que está comprometida la administración Distrital.
La cultura y las artes son campos de riqueza inmaterial, diversa, no sustituible, en los que se expresan y reconstituyen, en una gran dinámica, las identidades. Son formas de conocimiento que reflejan y generan significados del mundo. Conjugando goce y conocimiento, son experiencia que todos podemos ejercer, a la que todos podemos acceder.
Invertirán $4.200 millones para espacios culturales
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá invertirá $3.200 millones en proyectos de inversión para la adecuación, mejoramiento y dotación de los escenarios de la capital. Estos recursos provienen de la contribución parafiscal que se recauda a partir de la boletería cuyo precio supera los $78.000, según lo previsto en la Ley del Espectáculo Público (LEP).
